El Cumulativismo[*]
por Lorenzo Peña
publ. en Pluralidad de la filosofía analítica
ed. por David P. Chico & Moisés Barroso
Madrid-México: Plaza y Valdés, 2007
pp. 343-386. ISBN 978-84-96780-02-6
Sumario
  1. Introducción
  2. La Deriva Nihilista de la Filosofía Analítica
  3. En Busca de un Tratamiento Adecuado para esos Males
  4. Siete Puntos del Cumulativismo
    1. filosofía de la conyunción
    2. realismo de los universales
    3. colectivismo
    4. gradualismo
    5. flexibilización conceptual
    6. axiología pluralista
    7. evolucionismo
  5. Respuesta a Tres Objeciones. Conclusión
  6. Bibliografía

§0.-- Introducción

La filosofía analítica --que ha propuesto unos cánones de rigor y de claridad superiores a los de cualquier otra-- se ha deslizado en los últimos tiempos por una pendiente nihilista, curiosamente (aunque por otras vías) similar a la del posmodernismo no-analítico. Las dificultades que han llevado a ese declive pueden encontrar un tratamiento alternativo desde un enfoque gradualista. Vale la pena explorar tal enfoque, desgranarlo en una serie de propuestas programáticas --más o menos concretas-- y considerar si con él se brinda una alternativa verosímil a ese callejón.


§1.-- La Deriva Nihilista de la Filosofía Analítica

La filosofía analíticaNOTA 1 ha avanzado en el esclarecimiento de muchos problemas, formulando técnicas de argumentación e instrumentos de dilucidación inigualados en el pasado.NOTA 2

Desde los ambientes ajenos o reacios al movimiento analítico se ha tendido a ver a éste como enzarzado en cuestiones de minucia terminológica o en preciosismos sobre la buena formulación de los razonamientos; no se ha caído en la cuenta de que el significado y el aporte del filosofar analítico estriban principalmente en brindar y pulir esas herramientas de aclaración y de demostración, no como un fin en sí, sino como utensilio para abordar con rigor cuestiones filosóficas de fondo (la realidad, el ser humano, el conocimiento, la vida, el progreso, el deber, el bien, Dios, etc.).

No deja de ser paradójico que, en la segunda posguerra mundial, la evolución del filosofar no analítico (grosso modo euro-continental) haya seguido una línea que lo alejaba de toda ambición sintética (por llamarla así).NOTA 3 Se fue acabando y eclipsando la última gran obra ontológica, la de Nicolai Hartmann.NOTA 4 Cayeron en el olvido Blondel y Brentano. Fueron pretiriéndose las ansias de construcción sistemática y de un reflejo organizado de la realidad en la mente humana.

Aún adictas a los viejos afanes sólo quedaban en pie dos líneas: la neoescolástica --considerada como al margen del pensamiento contemporáneo-- y el materialismo dialéctico (siempre en un equilibrio inestable sobre esas cuestiones de pretensión sistemática y de reflejo del mundo, y en cualquier caso también crecientemente juzgado cosa del pasado).NOTA 5

La filosofía no-analítica ha caminado cada vez más por las sendas del nihilismo filosófico: renunciar al conocimiento racional del mundo; decir adiós a cualesquiera ideas sustanciales sobre el bien, la verdad, el ser; abandonar los temas tradicionales de la filosofía (qué existe, qué es existir, cómo puede darse el conocimiento, en qué consiste la verdad).

El posmodernismo no es sino una radicalización de esa tendencia. No sólo se abandona la verdad, sino también la razón. Se llevan al extremo la relativización y la dependencia del contexto. Se entroniza el todo vale. No hay pautas. No hay método. Cualquier método habría de justificarse por otro. Los problemas no se resuelven: se disuelven. Al final no quedan más que las palabras que proferimos. Se desemboca en una filosofía del lenguaje, pero del lenguaje inmanente, sin referencia al mundo.

Es una ironía de la historia que, por otro camino, la propia filosofía analítica esté desembocando a menudo en conclusiones parcialmente similares, en otro tipo de posmodernismo o negacionismo filosófico.

Indicativa de esa tendencia es la orientación --cada vez más marcada en la filosofía del último Quine-- a exacerbar perfiles de nihilismo filosófico:NOTA 6 la referencia de las palabras es indeterminada o relativa a un marco referencial y a un manual de traducción; por ende, la verdad es indeterminada;NOTA 7 siéndolo, lo es también la inferencia (o sea el procedimiento para pasar de unos asertos a otros de manera que no se pase de verdades a falsedades); son, por lo mismo, indeterminadas o relativas la existencia y la identidad.NOTA 8 Si todo es relativo, ¿no lo serán también las pretensiones de la filosofía analítica de alcanzar pautas de rigor, de claridad y de demostratividad? Esas pautas serían relativas a un marco, relativo a un marco, relativo a un marco, ... Y cualesquiera otras pautas --por absurdas que le parezcan a un analítico-- podrán justificarse del mismo modo. En suma, todo vale.

No es que Quine hubiera extraído tales conclusiones; pero es lo que se sigue de la tesis de la inescrutabilidad de la referencia más el supuesto de que en el lenguaje todo ha de ser verificable.NOTA 9

Por otra vía, Paul Feyerabend va recorriendo un itinerario hacia el anarquismo metodológico y el irracionalismo,NOTA 10 en una trayectoria que lo lleva desde Cómo ser un buen empirista ([F3]) hasta Against Method([F1]) y Farewell to Reason ([F2]). Feyerabend dice muchas cosas juiciosas, razonables y útiles; mas sus conclusiones, demoledoras para la razón, desembocan en un posmodernismo epistemológico.NOTA 11

También tenemos otro exponente de esa línea desconstruccionista dentro del filosofar analítico: Stephen Stich, con su The Fragmentation of Reason ([S1]) y su afán de rebajar la verdad a una opción entre otras, sin ningún rango privilegiado y sin ningún valor especial. Ideas que pueden evocar las ampliamente conocidas conclusiones de Richard Rorty.NOTA 12

Ciertamente todos esos autores siguen siendo analíticos en su estilo, en su manera de razonar. Hubieran podido renunciar, en su exposición, a pautas de razonamiento y a métodos de dilucidación que --a tenor de sus propias tesis-- es gratuito pretender que valgan más que cualesquiera otros. No lo hacen. Defienden las ideas posmodernistas como un analítico defiende las suyas: definen o aclaran el uso de las palabras; razonan; prueban.

A pesar de lo cual, queda en pie este hecho: con todos los avances previamente logrados por la filosofía analítica, ésta se ve últimamente abocada, de manera creciente, al surgimiento de tendencias --como las mencionadas-- que podríamos llamar «iconoclastas», conducentes al arrinconamiento de los ideales regulativos de la razón que habían venido presidiendo el trabajo de tal filosofía, como la noción de verdad o la existencia de constreñimientos o reglas generales que caractericen a la elaboración de teorías admisibles --y también al debate filosófico.NOTA 13

La causa de esa deriva parece ser ésta: el discurrir de la filosofía analítica había desembocado, más que en una crisis, en una serie de aparentes callejones sin salida. Muchos de los problemas abordados parecían insolubles. No por falta de soluciones, sino por otras dos razones:

1ª) Esa multiplicidad de soluciones suscita la perplejidad de cómo optar entre ellas. Al final parece que se razona en círculo.

2ª) Cada solución suscitaba dificultades, sin que se vea claro que son menos graves que las que rodean a otras soluciones alternativas.

También hay otra causa: el divorcio de la lógica y la filosofía. Es perturbador que la investigación y la enseñanza de la lógica hayan tendido a disociarse de las de la filosofía analítica. Los no-analíticos pueden formarse una imagen estereotipada de los analíticos como gente que está constantemente acudiendo a notaciones simbólicas para expresar sus ideas y que espolvorea toda su prosa con nociones lógicas (implicación, conyunción, disyunción, cuantificación, etc).NOTA 14

Pero de hecho hoy muchos filósofos analíticos estudian cada vez menos lógica, contentándose con los rudimentos, al paso que los que se dedican a la lógica --cada día más confinados a departamentos de inteligencia artificial, informática o matemáticas-- suelen preocuparse poco por asuntos de filosofía de la lógica, que ven como muy metafísicos.

Esa desunión es, en parte, resultado del cansancio aludido más arriba: se han buscado soluciones a los problemas filosóficos; se han encontrado, y hasta con superabundancia, mas todas cargadas de dificultades, sin que ninguna parezca una solución plena y radical. Desvanécese así la ilusión de resolver los problemas con el utillaje de la formalización lógico-matemática; el cual, por otro lado, se hace cada vez más difícil de manejar. Esas herramientas van dejando de parecer aptas para alcanzar lo que se esperaba con ellas. Eso propicia un auge de corrientes que ya no reconocen los cánones de rigor, argumentatividad y vinculación con la lógica que habían sido propios de la filosofía analítica.


§2.-- En Busca de un Tratamiento Adecuado para esos Males

Tal vez lo que nos esté haciendo falta es un reencuentro de la filosofía analítica con sus raíces lógicas.

Una amplísima gama de perplejidades filosóficas hallan, aunada y coherentemente, soluciones fecundas y plausibles en el marco de la adopción de ciertos sistemas de lógica no clásicos (lógicas difusas paraconsistentes, a las que llamé en otro momento `lógica transitiva' mas prefiero llamar ahora `lógica cumulativa'). La tesis que aquí propongo es que así se evita la ruptura con los paradigmas principales de la filosofía analítica.

Una moderada revolución lógica (una opción por ciertas lógicas no aristotélicas) viene a ser así un modo de llevar a cabo una labor filosófica que se mantenga dentro de esos paradigmas analíticos, asumiendo el legado de sus grandes representantes, a la vez que supere las dificultades a que conducen sus enfoques cuando se mantiene la adhesión a la lógica clásica.NOTA 15

La idea central en torno a la cual se ha venido articulando este programa es la de que una amplia gama de problemas filosóficos pueden venir reinterpretados como asuntos de grado, en vez de como cuestiones de todo o nada.

Muy a menudo (o casi siempre) los callejones sin salida venían de una presuposición implícita de que, cuando no sea totalmente verdad que tal ente posee tal determinación, habrá de ser totalmente falso que la posea. Muchos problemas admiten, no obstante, una lectura a cuyo tenor puede haber una transición entre ambos extremos (transición o acumulación paulatina que suele estar constituida por infinitas zonas intermedias; mas eso puede que no sea forzosamente así siempre).

Revela, en efecto, el balance de la experiencia filosófica que no se superan los escollos adecuadamente cuando el enfoque que se propone conlleva una aceptación implícita de la alternativa entre el «totalmente sí» y el «totalmente no»; es un constreñimiento insostenible, que agrava las dificultades de los problemas. Abandonar ese constreñimiento es la razón de ser de los nuevos enfoques gradualistas que vienen articulados y propuestos en el cuadro de la elaboración de la lógica cumulativa.

Esa falsa alternativa del todo o nada se pone de manifiesto en el estudio de todos los problemas filosóficos.

En primer lugar, metodológicamente se está pidiendo siempre que una solución se justifique plenamente; mientras no sea así, no vale nada. Esa plena justificación puede ser más o menos exigente o rigurosa en cuanto a las pautas que se establezcan. Hay quienes admiten procedimientos de justificación indirecta.NOTA 16 Mas, una vez asumidos unos cánones, se exige, para que quepa aceptar una conclusión filosófica, que se justifique totalmente según los cánones asumidos.

Sin embargo, ajustarse a cánones es asunto de grado.NOTA 17 Posiblemente los métodos usualmente diseñados en los sistemas formales impiden que una secuencia de enunciados pueda corresponder en mayor o en menor medida con una de las pautas inferenciales reconocidas: o estamos en presencia de una prueba (de algo que merecerá plenamente la caracterización de `prueba') o no lo estamos en absoluto. Sin embargo, no toda deducción ha de ser forzosamente así.NOTA 18 Y desde luego rara vez ofrecen ese perfil nítido las inferencias no deductivas.NOTA 19 De manera general podemos considerar inductiva cualquier inferencia en la que el paso de las premisas a la conclusión dependa de algo que no es la afirmación de ninguna de las premisas; p.ej. dependa de la ausencia (entre las creencias de quien infiere) de premisas de un tipo dado. Esas condiciones a las que se supedita la inferencia pueden, muchas veces, darse por grados --con lo cual la corrección inferencial resultante será, a la postre, asunto de grado.

De grado es también la probabilidad o verosimilitud de los cánones, o sea su estatuto de garantes de la verdad o conducentes a ella. La inducción es menos rigurosa y segura que la deducción, mas tiene un grado razonable de confiabilidad (de ser encaminadora a la verdad).

Igualmente, cuando una creencia está asediada por dificultades, éstas pueden ser más fuertes o más débiles, según la verosimilitud de las consideraciones en que descansan y la probabilidad de validez o corrección de la regla de razonamiento que llevaría de ellas al rechazo de la creencia en cuestión.

Incluso cuando se habla de dificultades lógicas de una teoría, p.ej., éstas pueden ser de diversa magnitud, según tres circunstancias:

(1ª) cuán verosímiles sean las alegaciones contra la teoría;

(2ª) cuán obvia o palmaria sea la prueba de tal dificultad; y

(3ª) cuán probante sea esa prueba.NOTA 20

Nada tiene de extraño que los físicos sigan adheridos a teorías científicas que están erizadas de dificultades, y aun de dificultades puramente lógicas. No bajan el toldo. Piensan que el poder de convicción racional de las dificultades es menor que el de los argumentos hoy disponibles a favor de tales teorías, que ellos profesan; no con la fe del carbonero, sino con una adhesión racional, crítica, atenta a lo que pueda aducirse en el futuro, buscadora de nuevas justificaciones; siempre algo precaria, siempre algo provisional, mas no a título de un mero como si, sino como aproximación razonable a un reflejo del mundo real.NOTA 21

Por ende, en el método tenemos esa primera gradualización necesaria que nos lleva a renunciar a las evidencias absolutas y a contentarnos con lo plausible, lo verosímil, lo que está al alcance de nuestra capacidad intelectual en cada estadio del desarrollo humano. Lo cual viene por grados.

Mas una segunda gradualización se deriva del contenido mismo, no del procedimiento de adquisición de creencias. En general los fracasos vienen de pretender siempre alcanzar entidades o situaciones que se den totalmente, con plena exclusión de sus opuestos --si los tienen o pueden tener. La existencia misma suele considerarse por los filósofos como carente de grados. Si hay universales (como el color azul, el altruismo o la gordura), se exige que existan del todo y, por tanto, todos en igual medida; donde estén, si es que están en alguna parte, que estén plenamente (no en parte sí y en parte no).

Esas alternativas duras del todo o el nada llevan a callejones sin salida. O bien la gordura y la delgadez están en Leoncio o no; si sí, hay contradicción; si no (pese a ser Leoncio un hombre medio-gordo), ¿están en algún sitio? ¿No son entelequias? Y ¿tan real es la delgadez --un rasgo por el que nos parece adecuado trazar algunas demarcaciones-- como el rasgo de ser Gandhi-o-Trajano? Éste último nos parece un poco artificial. Si hubiera grados de realidad podríamos decir que es menos real, porque sirve menos para clasificar las cosas. No admitiéndose grados, y albergando uno las peores sospechas hacia rasgos así de artificiales, puede estar uno inclinado a cortar por lo sano, sosteniendo que no se dan en la realidad ni rasgos ni propiedades o cualidades ni nada así; ningún universal; lo único que existiría es el ente singular y concreto (nominalismo).

Sucede algo similar con el espinoso problema del transcurso del tiempo: se quiere que el pasado haya de ser del todo pasado y el futuro del todo futuro; no un futuro que ya esté realizándose y empezando a pasar, ni un pasado que aún perdure en parte. Con tal criterio, es difícil a la postre escapar a la intragable conclusión de que no hay tiempo, ni hay duraciones, sino instantes, y que cada existencia instantánea está separada de las demás.NOTA 22

Y por ese camino se desemboca en la paradoja zenoniana de la flecha, o sea en la conclusión de que no hay movimiento.NOTA 23 Ni hay muerte, sino sólo un estado de vida, primero, y de no-vida después.NOTA 24 Ni hay nacimiento.

Así nos vamos enzarzando en inextricables marañas que nos llevan al nihilismo. Ha sido Peter Unger quien mejor ha expuesto las conclusiones: `Yo no existo'.NOTA 25 No existe ningún ser real que sea aquello a lo que cualquiera de nosotros cree referirse al decir `yo' o `tú'. Ni hay galaxias, ni hechos históricos, ni territorios, ni astros. Sólo fotones u otras partículas (como ya lo anticipó Demócrito).

Pero, claro, eso es dudoso por dos motivos. El primero es que destruye evidencias de las más evidentes, haciendo todo inverosímil (siendo incluso imposible que quien no existe [en absoluto] llegue a conclusión alguna). El segundo es que argumentos similares arruinarían a esos mismos fotones, muones o lo que sean.

Lo que no se ha considerado para nada en esos debates es la posibilidad de que haya existencias en mayor o en menor grado. Esa alternativa gradualista abre mil resquicios en todos esos argumentos; tales rendijas de luz pueden irse agrandando hasta despejar la oscuridad.

Repasando todas las vías que en la filosofía analítica han conducido a los nihilismos o negativismos más arriba aludidos, vemos que siempre, o casi siempre, las líneas de razonamiento contienen algún recurso al silogismo disyuntivo: o A o B; pero no-A; ergo B.

Mas, si hay grados, entonces en general es inválido el silogismo disyuntivo; o sólo es válido cuando el contexto o las peculiaridades del asunto permitan, ya sea sobreentender alguna premisa adicional, ya sea comprender razonablemente que la negación empleada es una negación fuerte, el `no ... en absoluto' (aunque así no se exprese, sino que se acuda a un formante o marcador prosódico, que denote rotundidad). Porque puede que sea (en parte) verdad que A y (en parte) que no-A. En tal caso, no vale el silogismo disyuntivo.

Ni vale la reducción al absurdo cuando también emplea una negación que no sea fuerte o total. Porque cabe que una tesis entrañe dos consecuencias mutuamente contradictorias (en parte), ambas parcialmente verdaderas, sin que haya razón para, por eso, rechazar tal tesis.

La gradualidad nos abre así la vía a la admisibilidad de ciertas contradicciones. Sin embargo, el enfoque gradualista o cumulativo no es el único que ha propuesto la aceptación de contradicciones. Se llaman `paraconsistentes' las lógicas que aceptan, no todas las contradicciones, sino algunas contradicciones. Y hay unas cuantas de tales lógicas, a favor de las cuales se han presentado diversos alegatos filosóficos.

Pero, si la limitada aceptación de ciertas contradicciones no ha menester del gradualismo, el gradualismo es muy difícil de sostener sin contradicciones. Porque, si hay grados intermedios entre A puro y puro no-A, ¿de qué son grados? ¿De A sólo y no también de no-A? ¿O viceversa? Mas un grado menor de A es uno de algo de no-A. ¿No será una mezcla de ambos? ¿No podremos decirlo? ¿Nos vedará la lógica decir que esas cosas son A y no-A? ¿No podremos decir ni A ni no-A, ni A-o-no-A ni ni-A-ni-no-A (lo cual equivale lógicamente a `A y no A') ni nada?NOTA 26

Para no vernos condenados al silencio, para poder decir algo, tenemos que optar por una lógica gradualista, sí, pero paraconsistente, que tolere la afirmabilidad de ciertas contradicciones.

Tal línea de argumentación nos lleva a juzgar que esa vía del gradualismo contradictorial (o del cumulativismo) puede ser un camino razonable, una vía media entre los extremos filosóficos, que permita sostener con algún grado de plausibilidad tesis equilibradas y concordes con el sentido común (como que el día de hoy en parte ya ha pasado y en parte no, que hay propiedades que unos seres tienen más que otros, que existen astros, montes, animales, acontecimientos, modas, profesiones, crisis económicas, que vienen y van, que sufren mutaciones).

Si repasáramos las dificultades que han ido asediando el estudio de los problemas filosóficos --desde la metafísica a la ética, pasando por la teología filosófica, la teoría del conocimiento, la antropología filosófica y la cosmología--, veríamos que siempre --o casi siempre-- reaparecen esos esquemas: en las dificultades asoman la reducción al absurdo o el silogismo disyuntivo, sobreentendiéndose que ha de haber sólo las alternativas del totalmente sí y el totalmente no.

¡Intentemos abordar los problemas de otro modo! Con grados y tránsitos, con acumulaciones que vayan de lo uno a su opuesto, con situaciones intermedias que en parte sean A y en parte no A, cambian los planteamientos.

No cambian radicalmente. Se metamorfosean. Ya no estamos en presencia de alternativas absolutas y tajantes. Hay terreno para la acumulación, para el tránsito, para ir avanzando en nuestro esclarecimiento de los problemas. Hay posiciones intermedias provisionalmente defendibles, aunque sean inestables. No buscamos la estabilidad absoluta, lo definitivo, lo inconcuso, lo irrefragable, lo que es total y absolutamente así y se muestra total y absolutamente como siendo así. Nos contentamos con verdad parcial y parcialmente comprobada o acreditada.


§3.-- Siete Puntos del Cumulativismo

Cumulativismo es cualquier concepción filosófica que --dentro del ámbito de la filosofía analítica, tratando de ajustarse a sus ideales regulativos de demostrar lo más posible y definir lo más posible (o al menos aclarar o explicar)-- camine por una vía como la recién esbozada, o sea: trate de solventar las dificultades filosóficas con ayuda de las nociones de grados de verdad o de existencia, así como de aproximación, de paso, de acumulación.

Lo que voy a exponer ahora no es, pues, el único cumulativismo posible. En rigor un cumulativista, en ese sentido lato, puede ser realista de los universales o nominalista, realista o idealista en teoría del conocimiento, cognitivista o anticognitivista en ética, panteísta, politeísta, monoteísta o ateo, etc. Sin embargo, lo cierto es que, al resultar ahora factibles vías medias, muchas veces (no siempre) el cumulativista se verá inclinado a ellas, aun a sabiendas de que no son perfectas ni escapan cabalmente a todas las dificultades.

Más en concreto, voy a justificar este apelativo de `cumulativismo' para el tipo de tratamiento filosófico pergeñado en esas páginas. De ahora en adelante, cuando hable del cumulativismo estaré refiriéndome sólo a uno en particular, que es el que se delinea en los puntos que siguen.

1º: filosofía de la conyunción

En primer lugar, el cumulativismo es partidario de, muchas veces (no siempre), acumular el sí y el no. El cumulativismo es copulativo, conyuntivo, al paso que los caminos que he criticado más arriba son, todos ellos, disyuntivos --y hasta caen en entender la disyunción como excluyente (cuando en general hoy los lógicos suelen admitir que de suyo la disyunción no es excluyente): A o no-A.

Como --para esos enfoques aquí criticados-- la negación siempre niega del todo, el `o' pasa a vehicular una exclusión de los disyuntos; no por la fuerza expresiva de la partícula disyuntiva en sí, sino por ser los disyuntos del todo incompatibles (y por ende mutuamente excluyentes).

En muchos casos, hay otra posibilidad: el `y' cumulativo o copulativo en lugar del `o' (o, mejor, añadido al `o' --sólo que ese `o' ahora no implica exclusión mutua).

El cumulativismo es así una filosofía de la conyunción, la filosofía del `y'. Muchos entes existen y no existen. Muchas cosas tienen y no tienen ciertas propiedades o cualidades. El que muere vive y no vive. Y así sucesivamente.

2º: realismo de los universales

En segundo lugar, el cumulativismo es una teoría que afirma la existencia de cúmulos, o sea de entidades que abarcan a otras, que las acumulan.

Ese término de `cúmulo' lo empleo como otros usan el de `conjunto' --que es lo más corriente en la prosa filosófica. Sin embargo, la opción no es arbitraria. En la matemática y la filosofía actuales una cierta escuela ha ido tendiendo a acaparar el uso de `conjunto', casi como marca registrada. Me refiero a la teoría estándar de conjuntos (a la cual paradójicamente también se ha llamado `cumulativa'). La idea básica de esa teoría es que la relación entre el ente abarcador (conjunto) y lo por él abarcado es una relación por pisos, o por estratos, con una prioridad ontológica de lo abarcado, que precedería al abarcamiento; con lo cual se excluyen conjuntos que se puedan abarcar a sí mismos o a otros que vengan después en la secuencia (circularidades abarcatorias) o regresiones infinitas.

Aunque esa teoría estándar tiene variantes y su motivación filosófica es más dudosa de lo que parece, lo esencial en ella es la idea de que --de algún modo-- los conjuntos o abarcamientos no son sino las cosas abarcadas puestas (idealmente) juntas por ese lazo abarcador; aunque aceptándose, empero, un conjunto vacío que nada abarca y cuya presencia en ese panorama estratificado suscita alguna perplejidad; sin embargo, viene justificada por su papel en la teoría.

Los adeptos de esa teoría estándar de conjuntos suelen pensar que no hay a la misma otra alternativa que la visión que se llama `intensionalista' según la cual los conjuntos serían proyecciones de las propiedades o cualidades. El intensionalismo vería así al conjunto de los hombres como un lazo abarcador derivado (y tal vez meramente una pura construcción teórica), que uniría idealmente a los individuos que tienen la propiedad o cualidad de hominidad, algo expresable en algún término cualitativo o sortal; al paso que los adeptos de la teoría estándar de conjuntos estiman que los diversos entes conjuntamente abarcados pueden no tener nada en común salvo el venir así abarcados o puestos juntos.

En la teoría estándar los conjuntos se definirían así principalmente por los miembros que los integran (y el conjunto vacío por no integrar a ningún miembro).

Frente a esas dos posturas hay una tercera posible, que es justamente el cumulativismo: los cúmulos son entidades objetivas que acumulan o abarcan a sus miembros, y que tienen tanta más existencia, cæteris paribus, cuanto más papel abarcativo o acumulativo cumplen --y por ende (nuevamente cæteris paribus) cuanto más en común tienen esos miembros abarcados o acumulados.NOTA 27

La relación de abarcar o acumular no requiere definición, sino aclaración con ejemplos: es la relación entre la honradez --o cúmulo de honrados-- y quienes tienen honradez; la relación entre una sociedad o asociación y sus integrantes; la relación entre cualquier colección y los entes que la componen.

No necesitamos postular, además del cúmulo, otro ente que sería la cualidad o propiedad compartida por los miembros del mismo. Lo común es el propio cúmulo, y la relación que nos interesa es la de abarcar o ser abarcado (aunque se exprese con vocablos distintos según el contexto).

El cúmulo no se reduce a los miembros juntos. El cúmulo es un ente real, pero que goza de uno u otro grado de realidad según una pluralidad de circunstancias --entre otras según el papel acumulador que juegue.

Como lo señaló Quine, o bien se dan condiciones de pertenencia al conjunto (o cúmulo) diversas de las condiciones de posesión de la propiedad correspondiente al mismo, o, si no, en realidad no habrá diferencia alguna entre el conjunto y la propiedad, salvo una meramente verbal (o sea, decir que tal ente posee la propiedad X equivaldrá a decir --de otro modo-- que pertenece al conjunto o cúmulo X).

Con otras palabras: para que no sean lo mismo el conjunto (o cúmulo) y la propiedad hace falta que el tener la propiedad se pueda diferenciar en algo del venir abarcado por el conjunto (o cúmulo). Tal vez la diferencia no podamos analizarla bien; tal vez sea aproximada, esbozada, sin un perfil claro; mas ha de existir; que, si no, la cuestión es meramente terminológica.

Y lo que, desde Quine, se ha diseñado como criterio es la extensionalidad: mientras que un conjunto X es igual a uno Z si cuanto es abarcado por X lo es también por Z, y viceversa, en cambio dos propiedades pueden ser diversas aunque exactamente los mismos objetos que poseen la una posean también la otra. Esa extensionalidad se acopla bien con la idea de que un conjunto es simplemente sus miembros puestos juntos, al paso que la propiedad tendría una entidad propia, esté o no ejemplificada.

En esa alternativa, sin embargo, Quine no atendió a otras formulaciones más matizadas del criterio de extensionalidad de los cúmulos, como podría ser identificar a dos cúmulos cuando, en todos los mundos posibles y en toda duración temporal, lo que es abarcado por el uno lo es también por el otro. Estamos exigiendo aquí no sólo un co-abarcamiento circunstancial de los mismos miembros, sino un co-abarcamiento constante o perpetuo y en cualquier orden de cosas posible (no sólo en este mundo nuestro, o sea tal y como están las cosas de hecho).

Por otra parte, si admitimos grados de verdad o de realidad, hemos de preguntarnos no sólo si un ente viene abarcado por un cúmulo, sino también cuánto, e.d. en qué medida viene abarcado. Muchas veces no sabemos en qué medida, mas eso no significa que estemos en total oscuridad al respecto (podemos saber que tal ente viene más abarcado que tal otro por tal cúmulo, aun desconociendo exactamente cuánto viene el uno y cuánto viene el otro).

Teniendo en cuenta esa complicación (la introducción de los grados), a la hora de diseñar un criterio de extensionalidad (o co-abarcamiento) hemos de tomar también en consideración el cuánto del abarcamiento, de suerte que será obviamente menester para identificar a dos cúmulos que abarquen las mismas cosas en la misma medida (en la misma medida el uno que el otro).

Así triplemente matizada la extensionalidad (por las tres determinaciones de tiempo, grado y orden de cosas posible), los cúmulos son extensionales. No cabe que haya dos cúmulos diversos que no difieran, o puedan diferir, por abajo, en lo que abarquen, sino sólo por arriba (o sea, en lo tocante a qué otros cúmulos los abarquen a ellos).

No es, pues, que un cúmulo sean sus miembros puestos juntos; el cúmulo tiene entidad propia, pero esa entidad es inseparable de su función o papel entitativo de cúmulo, y por lo tanto de qué acumule o pueda acumular, y de cuánto lo haga. Su identidad no se puede divorciar de esa labor acumulativa del cúmulo.

Un cúmulo puede acumularse a sí mismo. Es posible (sea o no legal) constituir una asociación, X, tal que los miembros fundadores de X sean A, B, y el propio X.NOTA 28 Supongamos que X es una sociedad mercantil con un capital, que se divide en tres partes iguales, para los socios, A, B, C; supongamos que C vende a la sociedad (a X) su participación, con lo cual X pasa a ser miembro de sí misma. Si eso puede pasar después, podría pasar en la constitución misma de X.

La posibilidad se demuestra por la realidad efectiva en este caso, puesto que el ordenamiento jurídico ha articulado previsiones complejas para la tenencia por una sociedad de acciones o participaciones propias, regulando en qué situaciones es lícita y en cuáles no. En general en el ordenamiento jurídico lo imposible es lícito; de suerte que sólo se prohíbe una conducta si ésta es posible. Es, pues, posible que una sociedad se abarque a sí misma. Si lo es derivada o sobrevenidamente, podría suceder desde el arranque o inicio de la sociedad.

Y hasta puede haber cúmulos que sólo se abarcan a sí mismos. Hay, efectivamente, razones para conjeturar que los hay; mas no me detendré aquí en eso.

A la objeción de que eso nos deja en la oscuridad sobre qué son los cúmulos y qué es abarcar, respondo que los cúmulos no son sino conglomerados, combinaciones, multiplicidades de objetos; su entidad consiste en acumular (combinar, abarcar, aunar, juntar, asociar); pero que no se limitan a eso. Un grupo agrupa a sus miembros, pero hace algo más.

Los cúmulos no son entes abstractos, como lo serían los conjuntos de la teoría estándar (por muy de sentido común que se pretenda ésta en sus justificaciones).NOTA 29 No necesitamos por un lado los cúmulos y por el otro colectivos concretos como sociedades, enjambres, constelaciones, racimos. Basta con los cúmulos. Cada cúmulo es un cúmulo pero es algo más, como cada hombre es un hombre pero es algo más (listo o torpe, bueno o malo, activo o indolente, gordo o delgado).

El universo mismo es un cúmulo. Y hay un cúmulo de todos los cúmulos (lo cual no puede suceder en la teoría estándar), que es el ser o la existencia.

Así pues, los entes están acumulados, asociados, aglutinados y no aislados. Y esto se relaciona con la primera caracterización del cumulativismo, la que recalcaba la cópula o conyunción. Hay una co-acumulación entre dos cosas por el mero hecho de que exista la una y exista la otra, de que sendas existencias sean conyuntables o copulables. El `y' une y acumula, determinando ya un cúmulo (más o menos real según el caso). Entre dos cosas puede haber muchas relaciones, mas siempre se da la relación de que ambas existen, la relación que se expresa por la conyunción copulativa, `y'.

3º: colectivismo

El cumulativismo es un colectivismo, o sea una visión de las cosas que, al reconocer la realidad irreducible de los cúmulos y su carácter concreto, estima que las propiedades del cúmulo van más allá de las de sus miembros.

Eso no excluye, sin embargo, que las cualidades y las acciones del cúmulo estriben en cualidades y acciones de los miembros, o de muchos de los miembros, o de determinados miembros. Sería desatinado pensar que un cúmulo de seres vivos --una colonia o una manada p.ej.-- pueda tener unos rasgos o actuar de cierto modo sean cuales fueren los rasgos o las acciones de los miembros.

Hay una acción colectiva. Hay unas cualidades del ente colectivo, el cúmulo, que no son la suma de las cualidades y acciones de los individuos. Mas sólo puede actuar de una manera el colectivo si los individuos que abarca actúan de determinada forma.

Aun así, el resultado conseguido por el cúmulo no se conseguiría sumando actos separados de los miembros.

Ese colectivismo no es peculiar de la especie humana. No se trata de sostener un rasgo de colectividad particular del ser humano. Los enjambres de abejas hacen cosas que las abejas por separado no pueden hacer. Las sociedades de simios tienen sus tradiciones, su cultura, sus usos y costumbres. Hay una acumulación colectiva. Mas en el ser humano eso llega más lejos que en otras especies conocidas. Es mayor la importancia de lo colectivo.

El colectivo humano es transtemporal; no intemporal. Transciende muchas generaciones sucesivas y las aúna. Las acciones colectivas humanas son a menudo acciones transgeneracionales. La acumulación va de un siglo a otro, de un milenio a otro, y se extiende mucho más que eso. Los instrumentos que han posibilitado la acumulación colectiva son el lenguaje y la escritura. Hay un pensamiento colectivo, si bien, claro, estriba en pensamientos individuales. Hay un bien colectivo, o bien común, que también estriba en bienes individuales (sin que quepa imaginar un divorcio, aunque sí cabe, y se da, una contradicción entre un bien particular de un individuo y el bien común o colectivo).

Igual que existen cúmulos de objetos materiales, hay cúmulos de acciones, cúmulos de hechos, que son también hechos. No existen sólo episodios, acontecimientos de corta duración, como la batalla de Brihuega; también existen hechos de larga duración (la guerra de sucesión española; el Barroco; la decadencia del Imperio Romano).

Lo que cabe atribuir con verdad al cúmulo no cabe atribuirlo con verdad (en general) a los elementos que lo componen; mas el cúmulo no sería lo que es, ni tendría esos rasgos, si no fuera porque los elementos que abarca (o muchos de ellos) son los que son y poseen tales o cuales rasgos.

Una de las consecuencias de esa acumulación es la emergencia de rasgos nuevos e irreducibles al formarse o consolidarse el cúmulo. La vida es en buena medida asunto de organización. Las cualidades y los movimientos de un ser vivo estriban en rasgos de las moléculas que lo componen; mas ese estribar no es reducirse; no es que no haya nada en o del cúmulo que no sea algo de o en los elementos constitutivos. Lo hay, aunque descanse en rasgos de los elementos constitutivos.

Tal vez en eso cabe ver una base para lo que se suele llamar `salto cualitativo' (o, a la usanza de algunas teorías físicas hoy en boga, `salto cuántico'). Como voy a señalar en seguida, el cumulativismo rechaza los saltos. Mas sí es verdad que hay acumulaciones. Al formarse y aumentar un cúmulo, adquiere nuevas cualidades que no podían tener ni alcanzar sus miembros por separado. Un pequeño incremento en los elementos componentes puede así provocar un gran incremento en el grado de posesión de ciertas propiedades del cúmulo de que se trate. A lo mejor un equipo de 15 científicos es incapaz de completar una labor investigativa, mientras que uno de 16 puede hacerlo. No hay salto, mas sí se produce la adquisición de algo nuevo como resultado de la acumulación.

El colectivismo aquí defendido implica asimismo la necesidad de considerar cada acto individual en el contexto, no sólo de la trayectoria del agente (o sea el haber acumulado de sus conductas previas), sino también de las conductas colectivas en que se inserta y de las que forma parte.

Así, un acto individual de obediencia o desobediencia a una norma puede, a la vez, ser una conducta que venga acumulada a otros comportamientos ajenos para constituir --sin que nadie se lo haya propuesto-- una acción colectiva de ratificación (por refrendo popular) de la norma en cuestión, o, al revés, de abrogación paulatina de la misma (por desuetud). Este colectivismo recalca así el papel de las masas, incluso en poner o quitar normas jurídicas vigentes.

A diferencia del puntualismo elitista (para el cual de la masa inerte, moldeable y manejable, se desgajan o destacan unos pocos individuos egregios que hacen la historia), este colectivismo --al ver siempre las acciones individuales en el contexto de las colectivas, de las cuales forman parte-- pone el acento en la contribución de las masas al quehacer histórico en todos los terrenos: la vida familiar, la social y la económica; las costumbres; las relaciones y normas jurídicas vigentes; la cultura; la opinión pública; la técnica; y todo eso con cualquier estructura social y política. Con la gran escuela historiográfica francesa de los Anales, este colectivismo cumulativo recalca, pues, la duración prolongada (la longue durée), frente a los meros acontecimientos puntuales.

También en historia de las ideas este colectivismo cumulativo pone de relieve cómo el continuum de las modestas contribuciones va, paulatinamente, elaborando un ambiente intelectual, transfondo que explica y posibilita los más descollantes aportes individuales.

4º: gradualismo

El cumulativismo es una filosofía de la gradualidad, que insiste en ver como asuntos de grado casi todas las propiedades relevantes de las cosas que nos interesan (sea en el terreno de la praxis, sea en el de la teoría pura o aplicada). La tesis central del cumulativismo es el rechazo del todo o nada. El núcleo de esta filosofía es la aceptación de una mezcla de verdad y falsedad, de ser y no-ser, de realidad e irrealidad. No una sola, sino infinitas mezclas, en diversas dosis o proporciones (y con múltiples variaciones también en otros parámetros: aspecto, lapso temporal, etc).

Es, en general, una cuestión de grado el que exista o no tal estado de cosas (el que ocurra o no ocurra tal evento, el que se dé o no se dé tal situación). Es absolutamente imposible que exista un estado de cosas consistente en que sea circular un cuadrado perfecto; o que un cuerpo al grado de cero absoluto de temperatura esté a la vez caliente. Mas se trata de casos límite; de casos cuya mera formulación nos fuerza a emplear paráfrasis rebuscadas, duras, tensas, cargadas de artificio.

El estudio de las paradojas lógicas y semánticas nos ha ido llevando a introducir nuevas versiones así (artificiales, de formulación recóndita o desnaturalizada), a fin de frustrar un abanico de soluciones que se les han ido ocurriendo a diferentes autores y que, a la postre, se revelan como insuficientes; insuficientes para solventar de raíz las dificultades, para arrancarlas de cuajo.

Así, tomemos el famoso problema del conjunto de Russell, el cúmulo R que abarca sólo a cuantos cúmulos no se abarquen a sí mismos. No hay nada estrambótico en tal cúmulo. Hay, en efecto, cúmulos que no se abarcan a sí mismos: el cúmulo de cantantes no es un cantante, ni por lo tanto se abarca a sí mismo. En cambio, otros cúmulos sí se autoabarcan; p.ej. el cúmulo de los cúmulos es un cúmulo; el cúmulo de los grandes cúmulos es un gran cúmulo (mientras que el cúmulo de los pequeños cúmulos no es pequeño ni se abarca a sí mismo).

Tomemos a todos los cúmulos que no se abarcan a sí mismos; todos ellos tienen algo en común y forman un cúmulo, R. Este cúmulo ¿se abarca a sí mismo? Ése es el problema de Russell: si sí se abarca, es que tiene el rasgo común compartido por sus miembros, o sea el de no abarcarse; si no, ese mismo no abarcarse es el rasgo buscado, luego tiene el rasgo y por lo tanto sí se abarca. Luego, si no, sí, y, si sí, no. En los sistemas normales de lógica, si del sí se sigue el no, es que el no es verdadero, al paso que, si del no se sigue el sí, es que el sí es verdadero.NOTA 30

Luego, en conclusión, R se abarca y no se abarca a sí mismo.

¡Ahora admitamos grados de verdad y en concreto grados de abarcamiento! Un cúmulo puede abarcar a un ente en grado mayor o menor. Y un cúmulo puede no-abarcar a un ente también en grado menor o mayor. Un cúmulo puede no-abarcarse en un grado y sí abarcarse en el grado inverso. Imaginemos entonces que R se medio-abarca, e.d. que es un cúmulo que, en el grado en que se abarca, no se abarca, y viceversa (mitad y mitad exactamente). Eso nos da una solución al problema de Russell.

Lamentablemente la solución por sí sola no basta, porque podemos reformular un problema, más rebuscado, acerca del cúmulo de los cúmulos que no se abarcan en absoluto a sí mismos. Y, aunque hay grados de abarcamiento y grados, inversos, de no-abarcamiento, no hay grados de abarcar-totalmente ni grados de no-abarcar-en-absoluto (esto es, de totalmente-no-abarcar). Una vez que introducimos locuciones como `totalmente' o sus equivalentes, perdemos el recurso a los grados.

Sin embargo, el que el mero reconocimiento de grados no nos permita solucionar de raíz toda la dificultad no significa que no sea de utilidad alguna. Para una postura maximalista, de todo o nada, es cierto que una solución parcial no es solución que valga. Desde una óptica gradualista, cumulativista, que acepta la verdad parcial, valen las soluciones parciales, las que contribuyen (en parte) a una solución más completa o perfecta, incluso cuando sólo desplacen la dificultad; porque ese desplazamiento ya es una pequeña solución parcial.NOTA 31

Nuestras vidas son un desplazar continuamente las dificultades. La evolución y el progreso --fenómenos temporales de la historia de las especies vivas y de la historia de la nuestra en particular-- estriban en tender a unas metas haciendo frente a las dificultades para alcanzarlas; mas haciendo frente a ellas por la vía de pequeñas soluciones parciales que se acumulan y que van desplazando la dificultad (o al menos así sucede con las grandes dificultades globalmente insuperables; insuperables de manera total o radical, mas superables parcialmente, poco a poco).

Tenemos, pues, propiedades duras, propiedades de todo o nada, cuya formulación suele requerir expresiones también duras, retorcidas, reforzadas con adverbios que marquen lo tajante del corte. Así la propiedad de un cúmulo de no abarcarse en absoluto a sí mismo. Al lado de ellas, tenemos todas las demás propiedades, las que podemos enunciar de manera más natural, más llana, las que atraen nuestro interés (teórico o práctico) en la mayoría de los casos. Éstas últimas no son asunto de todo o nada. Y el reconocer que no lo son nos ayuda a entender muchos problemas (en la teoría y en la praxis humana) y a encontrar soluciones parciales que, cumulativamente, van integrando, poco a poco, una gran solución global, o al menos tendiendo hacia ella asintóticamente.

Ese gradualismo de la filosofía cumulativista hace de este planteamiento filosófico una teoría de la familia fuzzy (la que inauguró Lofti Zadeh en 1965 y que ha cosechado tan brillantes logros en la teoría matemática pura y, mucho más, en la aplicada --especialmente en una serie de campos técnicos, como la ingeniería electrónica).NOTA 32

Hay, sin embargo, a la vez que convergencias, también discrepancias entre el gradualismo propio de la filosofía cumulativista y el que suele practicarse o profesarse en los medios fuzzy, si bien cabe conjeturar que los desacuerdos pueden deberse, al menos en parte, a una diferente motivación, o a la opción por modos distintos de formular los problemas --y por lo tanto también las soluciones--, sin que quizá existan divergencias radicales e innegociables.

Señalemos, en primer lugar, cuatro convergencias:

  1. Reconocer que en muchísimos asuntos nos las habemos con cuestiones de grado; que muchas alternativas están mal planteadas cuando se las formula en términos de todo o nada;

  2. Entender, en particular, la pertenencia de un miembro a un conjunto, o cúmulo, como poseyendo una función característica cuyo campo de valores no es el dúo {0,1}, o {verdad,falsedad}, sino un cúmulo parcial o totalmente ordenado cuyos extremos son la falsedad total y la verdad total; de suerte que el venir abarcado un ente por un cúmulo es algo que puede darse en mayor o menor medida, y que hay una zona o franja de transición entre el complemento de un cúmulo (la clase de cosas que no son en absoluto abarcadas por él)NOTA 33 y su núcleo duro --si lo hay--, o sea la aglomeración de las cosas totalmente abarcadas por él;

  3. Buscar modelizaciones matemáticas para la representación de esas funciones características, a sabiendas de que cada una de ellas es sólo eso, una representación, un acercamiento provisional, capaz de proyectar luz sin afán de agotar la realidad misma que se quiere representar;

  4. Adoptar, en consecuencia con esas tres opciones, un enfoque cuantitativista, que reduce muchas diferencias presuntamente esenciales o puramente cualitativas a diferencias cuantitativas, abogando por la introducción del número siempre que sea posible para acercarnos a un conocimiento menos inexacto de la realidad, de manera que a menudo, en vez de limitarnos a la cuestión de `sí o no', abordemos con solvencia (al menos parcial, al menos aproximada) la cuestión del cuánto.

Junto a esas convergencias, están las discrepancias:

  1. La mayor parte de las teorías de conjuntos fuzzy --y de sus aplicaciones y elaboraciones doctrinales-- dan por supuesto el maximalismo alético, consistente en identificar ser verdad con ser totalmente verdad. En consecuencia, lo que postulan esas teorías entre el 1 y el 0, entre la verdad y la falsedad, no suele venir concebido como verdad menor, como verdad-pero-menos, ni como mezcla o fusión de verdad y falsedad, sino como algo que no sería ni verdad ni falsedad, algo que estaría sólo entre ambas sin participar de ninguna de esas dos propiedades opuestas.

  2. Por consiguiente, esas teorías suelen --en términos técnicos-- tomar como único valor veritativo designado al valor máximo (e.d. a la Verdad); lo cual quiere decir que, en general, sólo se admite como verídicamente afirmable un enunciado al que corresponda verdad total y sólo se admite como verídicamente negable un enunciado al que corresponda falsedad total.

  3. La combinación del maximalismo alético con la aceptación de grados (que son grados veritativos sin ser grados de verdad) provoca, en esas teorías, el abandono de los principios de tercio excluso y de no-contradicción; en esas teorías para muchos enunciados, «p», no cabe afirmar ni «p» ni «no-p» ni «p o no p» ni «p y no p» ni «No: p y no p». Eso hace que tales teorías nos aboquen a una inefabilidad de las situaciones en que están involucrados conjuntos fuzzy o difusos.NOTA 34

  4. Muchos de esos enfoques fuzzy confunden la gradualidad con imprecisión o inexactitud o vaguedad, o sea con una indeterminación o indefinición, una falta o un déficit de índole subjetiva, y que sería un defecto, o un fallo, ya sea de nuestros conceptos, ya sea de nuestras expresiones, ya sea de nuestras mediciones; a tenor de eso, los grados no se darían en la realidad; no habría gradaciones o graduaciones en las cosas, sino en el lenguaje, en el pensamiento, y tales graduaciones serían aproximaciones subjetivas a una realidad en sí nítidamente demarcada y zanjada.

  5. De ahí que esas teorías fuzzy tiendan, si no a identificar, sí a aproximar las nociones de lo difuso y lo probable: las diferencias de grado veritativo en la afirmación de que tal cosa es caliente con las diferencias de grado de probabilidad de que sea caliente.

El cumulativismo no comparte ninguna de esas cinco posiciones.

Rechazando el maximalismo alético, el cumulativismo entiende los grados intermedios como grados de verdad (y de falsedad), como mezclas, combinaciones o acumulaciones de verdad y de falsedad. No entiende a esos grados como meros terceros en discordia que lisa y llanamente no sean ni verdad ni falsedad y que se encuentren entre la verdad y la falsedad como podríamos decir que la arqueología se encuentra entre la botánica y la zoología, o que Napoleón se encuentra entre Mario y Sila. En general para que tenga sentido decir que X se encuentra entre A y B es menester que se dé un orden, una relación reflexiva, antisimétrica y transitiva, ≤, tal que A≤X≤B o B≤X≤A. (O, si no de orden, de cuasiorden, pudiendo debilitarse alguno de esos rasgos.)

Para que se dé efectivamente tal relación de orden que va de A a B --tomados como extremos--, los objetos situados en medio han de tener en común un rasgo, en diferentes grados, que los acerque a A alejándolos de B o viceversa.

Los números fraccionarios entre 0 y 1 no son más 0 o más 1 unos que otros; pero en general, o en muchos casos, lo que está entre A y B es más o menos A (y menos o más B). Lo que está entre el Norte-Norte (digamos el Polo Norte) y el Sur-Sur (el Polo Sur) es más septentrional o más meridional. (Madrid es más meridional que Estocolmo; Quito más meridional que Madrid.) O sea, el rasgo compartido en diversos grados puede ser otro, mas en casos normales (o en muchos casos) es uno de los propios extremos, sólo que justamente en alguna medida no extrema.

Por esa comprensión de grados intermedios como grados de verdad, el cumulativismo se articula en lógicas con muchos (y hasta infinitos) valores veritativos designados.

Por eso también, las lógicas en que se plasma mantienen, para todas las negaciones, la mayor parte de las tesis de la lógica clásica, como los principios de no contradicción y de tercio excluso,NOTA 35 abandonando sólo (para la negación débil) la regla de Cornubia (la que del par de premisas {p,no-p} permite sacar cualquier conclusión, por absurda que sea). Las lógicas en que se articula el cumulativismo son lógicas paraconsistentes.

El cumulativismo opta resueltamente por la ontologización de los grados. Los grados de verdad no son grados de aproximación a la verdad, ni grados de precisión o de imprecisión. Lo que determina los grados no es una deficiencia de nuestro lenguaje, de nuestro pensamiento o de nuestra capacidad cognoscitiva, sino que es la propia realidad. Si de un hombre que mide 1,76123 metros decimos que mide 1,7498, lo que decimos es muy aproximado a la verdad; mas tal aproximación no es lo mismo que la graduación de la verdad de `X es alto' según lo alto que sea X (será más verdadero ese enunciado cuanto más alto sea X).

No se confunde tampoco el fenómeno de la gradualidad con la vaguedad, que es un rasgo pragmático de nuestras prolaciones,NOTA 36 consistente en la falta del detalle deseable o recomendable según unas pautas o unos constreñimientos comunicacionales o similares.

El fenómeno de la gradualidad está conectado con ésos de la imprecisión, o inexactitud, y de la vaguedad; mas es de suyo perfectamente diverso e irreducible. La gradualidad de las situaciones reales, que es lo que determina grados de verdad, es un rasgo ineliminable de la realidad misma; es de carácter ontológico, metafísico.

5º: flexibilización conceptual

El cumulativismo viene con un programa de flexibilización conceptual. Eso significa que el cumulativismo no se contenta con un planteamiento general sobre la verdad que introduzca los grados, ni con una disquisición abstracta sobre la relación de abarcamiento que asimismo se articule en una multiplicidad de grados (una teoría de cúmulos difusos), sino que añade a eso una propuesta heurística consistente en explorar la viabilidad de conceptos graduales en un amplio abanico de campos de la indagación y la reflexión.

La razón de esa propuesta es un moderado y gradualizado holismo o coherentismo epistemológico, en virtud del cual en nuestras construcciones teoréticas las partes se prestan apoyo unas a otras, aunque es siempre un apoyo provisional, precario, que se consolida o afianza en alguna medida por el recíproco sostén de las diversas piezas que van componiendo el sistema de nuestro conocimiento del mundo. Un sistema siempre a medias, siempre, en vías de reconstrucción o de reelaboración, siempre transitorio, siempre abierto, pero sistema de todos modos.

Eso determina que las indagaciones en campos particulares de la reflexión y del estudio tengan que inspirarse en las ideas de los filósofos y de los lógicos, pero que también esas ideas hayan de bosquejarse e irse perfilando en relación con las tareas y los problemas de las ciencias y de las letras, de las diversas ramas de la indagación humana de la realidad.

Absurdo sería hoy pretender que el filósofo o el lógico sea competente en todo (y no ya en todo sino en mucho). No estamos en la época de Aristóteles ni en la de Leibniz ni en la de Hegel. La especialización es un constreñimiento que viene impuesto por el avance mismo del saber, para bien y para mal. Mas esa limitación puede en parte contrarrestarse de dos modos. En primer lugar, estableciendo puentes interdisciplinarios de escucha mutua entre los filósofos y los lógicos, por un lado, y estudiosos de diversas disciplinas, por otro. En segundo lugar, el filósofo puede también adquirir especialización en alguna o algunas de esas disciplinas.

Lo que justifica una teoría filosófica no puede ser sólo una panoplia de argumentos exclusivamente filosóficos. Es más, dentro de la filosofía lo que justifica una teoría gnoseológica o epistemológica no puede ser sólo una serie de argumentos meramente epistemológicos; ni lo que justifica una teoría de filosofía de la naturaleza, un cúmulo de argumentos cosmológicos. Cuando se propone una teoría en un campo determinado de la filosofía, hay que tomar en cuenta vínculos entre ese campo y los demás; hay que considerar cuán fértil o fecundo es un tipo de planteamiento o de tratamiento para brindar soluciones cohesionadas, o al menos afines o análogas, tendiendo puentes entre unos campos y otros. Y, en menor medida, algo similar sucede en la relación entre la filosofía y otras disciplinas del estudio humano.NOTA 37

Esa teoría holista o coherentista del conocimiento no ignora las diferencias de grado en la relación de relevancia de unos estudios con respecto a otros. Es esa teoría la que nos lleva a proponer el gradualismo como un programa de flexibilización conceptual, que tienda a sustituir las dicotomías rígidas por graduaciones, franjas, zonas de transición.

En el terreno filosófico, hay una muchedumbre de conceptos que pueden beneficiarse de la gradualización, solventándose (al menos en parte) las dificultades que asedian a las dualidades tajantes. Así en filosofía de la naturaleza, la gradualización puede ayudar a afrontar dificultades sobre las superficies y, en general, los límites, el movimiento (paradoja zenoniana de la flecha), la relación entre el todo y las partes que lo componen, etc.

En ontología cabe fructíferamente gradualizar la existencia de los cúmulos, su presencia física en los lugares donde están las partes, la posibilidad, la necesidad, la existencia temporal (si el pasado continúa existiendo o si un lapso temporal coexiste con sus partes).

En psicología y en filosofía de la mente, cabe gradualizar las nociones de determinación causal, creencia, recuerdo, racionalidad, decisión, motivación, premeditación, fuerza de voluntad, vigilia, atención, etc.

En lingüística y en filosofía del lenguaje cabe flexibilizar: las demarcaciones tajantes de la fonemática estructural;NOTA 38 el límite de las expresiones sintácticamente bien formadas de un idioma natural;NOTA 39 la dicotomía entre primera y segunda articulación; la frontera entre símbolo arbitrario y señal motivada; la que se da entre diferentes niveles de análisis sintáctico (fenómenos de lexicalización, tránsitos de la descripción al nombre o viceversa);NOTA 40 la relación de isogloticidad (la que fundamenta adscribir dos hablas, o dos usos, a «la misma lengua») --con repercusiones importantes en dialectología y en lingüística diacrónica--; en la semántica: las relaciones de referencia directa y referencia conceptual o descriptiva, y muchas otras. También cabe desarrollar una teoría gradualista de las representaciones gráficas del lenguaje --grafías o escrituras.NOTA 41

En teoría del conocimiento cabe flexibilizar no sólo la creencia --admitiendo sus múltiples grados--, sino también la justificación. No tienen que ser igualmente concluyentes o del mismo poder justificatorio todas las reglas de inferencia (deductivas, inductivas o abductivas).

La metodología de un equilibrio reflexivo --que justifica una teoría filosófica, en parte, por su fecundidad programática para otros saberes-- puede verse como un género de abducción.NOTA 42 Esa abducción brindará menos garantías que una inferencia deductiva que nadie cuestiona,NOTA 43 igual que la inducción es menos segura, y unas reglas de inducción son menos seguras que otras. En general la garantía epistemológica es siempre parcial, relativa, limitada; y es mayor en unos casos, menor en otros.

Así, tomemos una cuestión tan aparentemente abocada al estéril enfrentamiento de posturas indemostrables e irrefutables como lo es la cuestión del idealismo y el realismo (la de si existe un mundo exterior a la mente o si toda la realidad es un constructo mental). Es seguramente cierto que no puede probarse concluyentemente ninguna de las dos tesis, mas también es cierto que el idealismo afronta dificultades que lo hacen poco verosímil. La verosimilitud es una certeza menor.NOTA 44

En muchos otros campos de la filosofía cabe también proponer flexibilizaciones conceptuales que tienen visos de ser prometedoras, y que comparten, unas con otras, un estilo, un aire de familia, una afinidad que hace tanto más verosímil ese género de planteamientos en un campo cuanto más se consolide en los demás campos. Así (sin que me pueda ya explayar en nada de esto) en ética, en axiología, en filosofía social y jurídica, en antropología filosófica, en la teoría de la vida humana (con importantes repercusiones para temas como el de la eutanasia) e incluso en teología filosófica (problemas de la teodicea, antinomias de la omnipotencia o de la perfección, etc).

Mas todo eso no bastaría sin un programa más vasto que pretenda también llevar las flexibilizaciones conceptuales a los saberes empíricos, científicos o no: historia y relato, biología y medicina, economía y geografía, sociología y antropología, botánica y zoología, tal vez incluso la física. Claro que en todo eso la propuesta metodológica del cumulativismo o gradualismo apenas se distingue de la de las teorías fuzzy más usuales, de las cuales se diferencia sólo por la fundamentación lógica, según lo hemos visto más atrás.NOTA 45

6º: axiología pluralista

En el campo de la axiología, el cumulativismo propone una visión pluralista, una concepción material y no formal de los valores, que introduce en el mundo de las normas un enfoque decididamente jusnaturalista pero con reconocimiento de los conflictos normativos, de las antinomias o contradicciones deónticas.NOTA 46

Es hoy usual en los estudios éticos de orientación analítica establecer una dualidad entre dos géneros de teorías: las deontológicas y las consecuencialistas. Sin embargo, no es fácil brindar definiciones comúnmente aceptadas ni, menos, aceptables y que no prejuzguen ni sesguen la discusión de antemano. Se tiende a ver como consecuencialista una teoría ética que mira más a las consecuencias de los actos que a los actos mismos, y como deontológicas las que hacen lo opuesto, y atienden, para adjudicar una calificación moral de un acto, a alguna cualidad intrínseca del mismo, como puede ser la motivación, la intención. Tal vez sean, así, intrinsecistas o deontológicas, en ese sentido, las teorías éticas de los estoicos, de Kant y de algunos escolásticos, particularmente jesuitas,NOTA 47 al paso que el utilitarismo es una teoría consecuencialista, mas no es el único consecuencialismo. Y suelen verse como intrinsecistas o deontológicas las morales de inspiración kantiana o neokantiana. Mas hay una pléyade de teorías intermedias o mixtas, como el utilitarismo de reglas.

Lo que suele pasarse por alto es que --además de que la alternativa no es rígida ni es un asunto de todo o nada-- hay otras opciones, como la teoría material del valor, que propone calificar moral o normativamente los actos, no por algún rasgo radicado en la decisión subjetiva (virtud, recta intención, sumisión al imperativo categórico) ni por un escudriñamiento en tropel de las consecuencias causales, sino por su confrontación con los valores.

Los valores serán lo que sean, vendrán de donde vengan; ésos son problemas difíciles y que hay que abordar. Mas existen, y su existir es un valer. Son múltiples, y pueden entrar en contradicción unos con otros. Los valores normativos son exigencias y pautas de calificación valorativa de las conductas humanas; unos pueden atender más al elemento subjetivo, otros más al objetivo. Hay sin duda un valor que nos demanda tratar de armonizar y compatibilizar nuestro sistema de valores, aunque a su vez ese valor ha de someterse a su propia pauta, a la busca de un equilibrio valorativo, siempre forzosamente precario, insuficiente, no plenamente satisfactorio.

Esta axiología es pluralista porque no trata de derivar todos los valores, ni siquiera todos los valores normativamente relevantes, de una fuente única, de un solo valor supremo.NOTA 48

Es una axiología gradualista porque reconoce que, de un lado, puede haber --y, sin duda, hay-- jerarquía entre los valores;NOTA 49 y, dentro de cada valor, las diversas conductas se ajustan al mismo en medidas variables, frecuentemente fluctuantes según un cúmulo de circunstancias. No hay, pues, conformidad con un único valor; a veces al conformarse más con uno puede un acto estar en mayor disconformidad con otro, sin que forzosamente exista un resorte de última instancia, un orden de validez habida cuenta de todo al cual sea todo eso retrotraíble como a un tribunal supremo.

Aun dentro de cada orden axiológico, puede haber muchos grados de conformidad y de disconformidad. El estar ajustado a la norma no es cuestión de todo o nada. Ni la vigencia de la norma es cuestión de todo o nada. Ni la exigencia de una conducta es cuestión de todo o nada. Son tres graduaciones diversas (grado de vigencia, grado de exigencia u obligatoriedad, grado de conformidad); tres graduaciones normativas, que se combinan con la graduación extranormativa, meramente fáctica, de realización de una conducta o de un tipo de conducta.NOTA 50

Por último, esta axiología es jusnaturalista porque remite la vigencia de cualesquiera otras normas a ciertos valores que valen en las sociedades (cúmulos de individuos), en virtud de exigencias de la propia naturaleza de los seres así asociados. Hasta las prescripciones del legislador derivan, en definitiva, su fuerza de obligar de un principio de derecho natural, el de que, en aras de una convivencia ordenada, han de acatarse las órdenes de quien esté revestido de autoridad; de la propia prescipción de la autoridad constituida no puede a su vez inferirse ese principio --salvo incurriendo en una circularidad en este caso viciosa--. Siempre hemos, pues, de remitirnos a los valores, y en este caso al valor de la convivencia.

Esta axiología pluralista, gradualista y jusnaturalista es una propuesta que se entronca con propuestas en otros campos de la filosofía, a las que hemos aludido más arriba.NOTA 51 Mas constituye un segmento diferenciado, autónomo. Habría otras propuestas alternativas que podrían aducir credenciales razonables en los campos axiológico y ético siendo compatibles con la línea general del cumulativismo (p.ej. una ética deontológica o intrinsecista gradualista, o un utilitarismo gradualista, o un juspositivismo gradualista).

Es difícil tal vez brindar un argumento claro y convincente, mas --incurriendo en vaguedad-- cabe sospechar que la propuesta pergeñada en este punto es más acorde con la orientación y el espíritu general del cumulativismo como una filosofía de la acumulación, de la combinación, como una filosofía marcada por el sincretismo, mas con una vocación clara de retomar, rejuvenecidos, algunos lineamientos básicos de la filosofía perenne.NOTA 52

7º: evolucionismo

El cumulativismo es un evolucionismo, propugnando un principio de continuidad en el cambio.

Hay sintonía entre el cumulativismo y la visión evolucionaria de los seres vivos, encarnada en el transformismo (ya se trate del de Lamarck, el de Darwin o cualquier otro).

Si bien el evolucionismo es hoy un dogma del que sólo algunos osados se atreven a discrepar abiertamente, nos percatamos --hurgando en los problemas-- de que está siendo constantemente zarandeado y desafiado por un mutacionismo saltuario, que no es evolucionista, aunque no se tome la molestia de recusar la palabra `evolución'.NOTA 53

Esa visión catastrofista o saltuaria, la teoría de la evolución a saltos, no es evolucionista porque rechaza la idea central del evolucionismo de que el tránsito de un estadio vital a otro alejado ha de hacerse a través de cambios paulatinos, graduales, uno a uno escasamente significativos, ninguno de los cuales marca una ruptura o una discontinuidad.

Al revés, ese mutacionismo cree en tales discontinuidades, en saltos, en el liso y llano reemplazamiento de A por no-A (siendo el `no' un asunto ahí de todo o nada, e.d. un `no' clásico, bivalente). La mutación es vista como una sucesión brusca, nítida, del todo por la nada o viceversa. Si se admite eso con respecto a un gen, o a un rasgo genético, no hay razón de principio para no admitirlo con respecto a cualquier cúmulo de rasgos biológicamente pertinentes. Sucederá de hecho o no, mas, admitido el mutacionismo catastrofista, podría suceder. Podría haber, en vez de evolución, una sucesión de dos estadios biológicos que se sucedieran, por dispares que sean.NOTA 54

Nadie propone tesis tan inverosímil. Sólo que desde el punto de vista del mutacionismo catastrofista o saltuario difícilmente puede hallarse un motivo de principio aducible en contra de una hipótesis tan peregrina.

No todo puede bruscamente transformarse en todo.NOTA 55 Una reproducción vital sólo puede dar lugar a una pequeña mutación que deje inalterada la mayor parte del patrimonio genético. Si eso es así, no hay saltos: hay continuidad, evolución paulatina.NOTA 56

Es más, a menudo lo que, visto desde fuera o superficialmente, aparece como un salto (relativo) es sólo una aceleración de cambios graduales. Es cuestión de escala. Tanto en la evolución geológica o en la biológica cuanto en la de la historia cultural de una especie puede hablarse de un salto dado en un lapso relativamente corto, que puede ser un millón de años, un milenio, un siglo, un decenio; mas ese lapso se descompone en sublapsos a lo largo de los cuales se van escalonando las sucesivas fases de lo que, mirado a bulto, se reputa como un salto.

Es bien sabido que en la tradición filosófica fue Leibniz el más destacado proponente del principio de continuidad en el cambio, y que esa propuesta está asociada en su filosofía a un principio de plenitud o de densidad ontológica que quiere reconocer la existencia de los más entes composibles, o sea excluir el vacío. Una abrupta sucesión de dos estadios sumamente heterogéneos, un salto, conlleva un vacío, una ausencia de lo real de fases intermedias que habrían tenido su lugar adecuado entre esos dos estadios.

Convénzanos o no ese argumento, Leibniz invoca directamente otra consideración que él denomina la `lex iustitiae', y es que ha de haber alguna proporcionalidad entre los supuestos o datos y los resultados por obtener; que sin esa proporcionalidad el mundo estaría mal hecho, violándose principios de armonía, perfección y razón suficiente. Cuando se aproximan y son similares los datos (los argumentos de la función, diríamos hoy), también han de aproximarse, y ser similares, los resultados (los valores funcionales, en nuestra terminología moderna).

Sin duda ni Leibniz ni nadie cree que todas las funciones se ajusten a ese principio de continuidad (que --como puede verse fácilmente-- es mucho más laxo que la continuidad en sentido estrictamente matemático).NOTA 57 Hay funciones discontinuas.NOTA 58 La tesis de Leibniz es que tales funciones no juegan un papel real (salvo derivativamente) en el engranaje matemático de la naturaleza (ni de esta naturaleza ni de ninguna otra posible).NOTA 59

Ya en el siglo XVIII se formuló una objeción de peso contra ese continuismo,NOTA 60 a saber: no se dan en la realidad todas las transiciones posibles, porque siempre es finito el número de eslabones en cualquier cadena o serie natural, al paso que las transiciones posibles son infinitas. Así, podríamos decir que, aunque se admita que la reproducción vital (sexuada o asexuada) sólo reproduce un ser parecido al progenitor, sin embargo es finito el número de generaciones; y siempre habría un margen menor de diferencia que, en teoría, habría podido ser ocupado por una generación intermedia entre cualesquiera dos dadas.

Dos siglos y medio después seguimos con el mismo problema a cuestas. La dificultad pone de relieve lo arduo que resulta no sólo dar una formulación rigurosa y adecuada de un principio de continuidad en el cambio (que escape a objeciones obvias) sino también brindar una justificación suficiente del mismo.

Queda en pie, no obstante, el atractivo del principio como pauta general: la idea de que los grandes cambios se operan a través de los pequeños y se descomponen en alteraciones menudas que se van acumulando.

Leibniz puede que haya sido excesivamente ambicioso en sus formulaciones, esperando demasiado de la matemática para dar una armazón sólida a su metafísica y a su filosofía de la naturaleza. Hemos de ir en pos de metas y enunciaciones más modestas, más precavidas.

Eso no significa que hayamos de abandonar lo que tiene todos los visos de ser una idea razonable, de sentido común, sumamente verosímil y sin la cual el mundo nos resultaría incomprensible y enigmático; la idea --por vaga que sea-- de que los grandes cambios consisten en series de pequeños cambios acumulados; la idea expresable como sigue:

(PC) La cercanía en la variación subyacente, o supuesta, se traduce en una cercanía en la variación resultante.

O sea, cuando una variación está en función de otra dada, la proximidad o similitud en ésta última ha de traducirse en una correlativa proximidad o similitud en la primera.

En particular la reproducción vital engendra siempre seres muy próximos al progenitor, porque la cercanía de la vía de la generación ha de traducirse en una cercanía en el resultado vital; la lejanía del resultado indica una lejanía generativa.

Sin duda este evolucionismo hemos de profesarlo con cautela para no comprometernos a excluir colisiones repentinas, aunque a su vez resulten de procesos internos graduales. Dos coches en direcciones opuestas se van aproximando uno a otro, moviéndose cada uno en una progresión descomponible en pequeños cambios de lugar. Sin embargo, llega un momento en que chocan, y entonces hay un estallido súbito (aunque ese estallido no sea tan puramente instantáneo como pudiera parecer a simple vista, sino que se descomponga en una sucesión, rapidísima, de pequeños cambios).

La tesis de la continuidad que profesamos no se entiende como un rechazo de tales colisiones repentinas ni de otros fenómenos similares. Mas privilegia los pequeños cambios. Internamente cada fragmento de lo real sufre procesos de transformación según un principio de continuidad (formulado --en una aproximación provisional-- más o menos como (PC), unos pocos párrafos más arriba.

Externamente hay encontronazos bruscos entre evoluciones internamente paulatinas de diversos fragmentos o subsistemas. El papel explicativo de tales colisiones ha de ser subordinado y accesorio. Además, aun esas explosiones no dejan de encerrar en sí una secuencia, por veloz que sea, de pequeñas variaciones.NOTA 61

He defendido, así, un continuismo evolucionista que descarta las propuestas del catastrofismo, los saltos, los milagros.NOTA 62 El mundo no es mágico. ¿Quiere eso decir, por vía de consecuencia, que también los planes de transformación social han de ser --si aspiran a ser viables-- proyectos de modificación gradual? ¿Nos impide este enfoque filosófico adelantar propuestas de alteración radical, reestructuraciones drásticas del entramado social? Así, ante un hecho como la esclavitud a mediados del siglo XIX, ¿habría exigido un tratamiento filosófico cumulativista descartar la abolición inmediata, abogando en su lugar por una suavización o emancipación paulatina?

En realidad, las tareas sociales de aquella época eran sólo la desembocadura de ese cambio gradual que venía produciéndose desde mucho tiempo atrás; sin la acumulación de esos pequeños cambios nunca se hubiera llegado al desenlace final. Por otro lado, lo que, a sobrehaz, aparece como una abolición súbita se descompone en una serie de fases que se sucedieron y se acumularon ciertamente con rapidez (desde el punto de vista histórico) mas cada una de las cuales llevó su tiempo. No hubo ni hubiera podido haber una supresión instantánea de tan execrable institución, de hondas raíces en la vida social y en las costumbres de muchas sociedades humanas. Ni, por mucho que lo deseemos, sería hoy posible una eliminación momentánea de nuestros males sociales actuales.

El cumulativismo no nos impide, si queremos, ser revolucionarios --por mucho que desconfíe de la idea de revolución.NOTA 63 Mas sí nos fuerza a, en todo caso, optar por revoluciones mesuradas, que tengan en cuenta que el cambio más revolucionario ha de estribar en una serie escalonada de pequeños cambios que se suceden y se acumulan, en cada uno de los cuales --por la naturaleza misma de las cosas involucradas-- ha de partirse del material preexistente;NOTA 64 y que ese material del que se parte en cada uno de esos pasos no se puede alterar todo él de golpe.NOTA 65 Como no hay magia en el mundo, tampoco conduce a ningún resultado tangible y realizable soñar con cambios mágicos.

Sin embargo, en un sentido prosaico y llano sí puede uno, si lo juzga viable, proponer cambios significativos y rápidos, alias revoluciones, con tal que sea a sabiendas de esas rebajas que echan un poco de agua en el vino de las ilusiones.

Tampoco quiere eso decir que, frente a las utopías maximalistas, hayamos de optar por propuestas de mínimos. Entre el mínimo y el máximo hay mucho trecho. Si es quimérico imaginarse un cambio máximo en un tiempo mínimo, o fuera del tiempo --es decir, en un instante--, de ahí no se sigue que haya que caer en el extremo opuesto de abogar sólo por un cambio mínimo en el tiempo máximo.NOTA 66 En general el afán por los extremos viene del temor a lo inestable de las posiciones intermedias; el cumulativismo nos hace amoldarnos a esa inestabilidad. Nuestras propias propuestas son siempre eslabones de una cadena de hechos sociales acumulados; carecen de la capacidad de erguirse sobre sí mismas para dictar un pronunciamiento final o de última instancia.NOTA 67


§4.-- Respuelsta a Tres Objeciones. Conclusión

El tratamiento aquí propuesto ha de hacer frente a un número de reparos. Me limitaré aquí a evocar tres de ellos.

1ª objeción.-- La graduación podría darse en un mundo estático, sin tránsito. Por ello, la admisión de grados de verdad o de existencia no acarrea necesariamente ningún proceso de acumulación. Es más, podría haber un mundo con grados de existencia mas en el cual las alteraciones fueran súbitas, abruptas, perfectamente discontinuas.

Contesto que, aunque no es totalmente seguro que haya mundos posibles así (y, en todo caso, de haberlos, son sólo mundos abstractamente posibles, no alternativas metafísicamente relevantes a este mundo nuestro),NOTA 68 en todo caso, y por eso, el cumulativismo no es sólo gradualismo.

Podemos imaginar, en efecto (y tenga el grado de posibilidad que tuviere), un mundo de moléculas diseminadas y solitarias, cada una de ellas con un quantum de una cierta propiedad, digamos la de peso. Esas moléculas serían ponderables; unas pesarían más que otras, mas sería un mundo en el que no sucedería nada.NOTA 69 Tal mundo sería gradualístico mas no conforme con la concepción cumulativista, porque no habría ninguna acumulación.

Ésa ha sido la razón por la que he consagrado tanta atención a la cuestión de los procesos de cambio en el último punto del apartado precedente. Tal vez convenga ahora --para recalcar esa faceta de la propuesta presentada en este ensayo-- señalar la analogía entre el puntualismo debatido al final del apartado §3 y la concepción de Kuhn de las revoluciones científicas como crisis bruscas, precedidas y seguidas por el dilatado predominio estático de un paradigma.NOTA 70 Igual que Gould en paleontología, rechaza Kuhn, en epistemología, una evolución acumulativa y gradual.NOTA 71

En la historia de las ideas rige una ley del péndulo.NOTA 72 La actual pujanza de las lógicas difusas puede, tal vez, ser el faro para una paulatina rehabilitación del gradualismo; en cualquier caso, la propuesta esbozada en estas páginas pretende contribuir a esa tarea.

2ª objeción.-- Los siete puntos desgranados más arriba constituyen un ramillete de opciones ante cuestiones de diversa índole, siendo cada uno de su padre y de su madre; a lo sumo podrían --yuxtapuestos-- formar una asociación armónica, bien avenida, mas no una auténtica unidad.

Contesto que no se trata de siete corolarios de un solo y único principio. Los problemas son muchos y las soluciones plurales, mas no dispares. La unidad de tratamiento viene dada por la aplicación de una misma pauta heurística en esa variedad de temas y de cuestiones. No estamos ante una gestión deductivista que, partiendo de un centro único, irradie en siete direcciones --o en las que sean. Mas sí tenemos en común la idea cumulativa; la idea de que las partes se acumulan en el todo, lo menos en lo más, los individuos en la pluralidad o multiplicidad que los abarca, lo disperso en la unidad integradora que transciende la separación o el aislamiento; sin que por ello los elementos aunados o acumulados vean diluida o borrada su propia identidad.

Es la idea de que lo juntamente acumulado constituye conjuntamente una unidad mayor y superior, simplemente por la acumulación, sin salto alguno, sin ruptura. La idea central del cumulativismo es la fuerza de la multiplicación.NOTA 73 Un pequeño incremento multiplicado por muchas repeticiones da un resultado muy grande.NOTA 74

Es una idea vaga. No funciona como un axioma, sino como una orientación heurística, no sólo para el trabajo del lógico y del filósofo, sino también para el del estudioso y el cultivador de disciplinas extrafilosóficas.NOTA 75

El grado de concreción de las propuestas aquí presentadas varía de unas a otras. He hablado de siete puntos; está claro que podría haber desmenuzado algunos de ellos en puntos autónomos y que hubiera podido añadir otros. Algunos de esos puntos encierran cierta vaguedad, dejando amplio margen para su ulterior reelaboración y reformulación. Otros, más acabados, tienen menos carácter de simples recetas heurísticas.

3ª objeción.-- El mundo es discreto, como lo prueba la física moderna, de suerte que la continuidad, la gradualidad, serían aparentes o superficiales.

Contesto: no sabemos si eso es realmente así;NOTA 76 aunque lo fuera, e.d. aunque, en este mundo, lo continuo fuera superviniente respecto a realidades físicas discretas,NOTA 77 eso no probaría la inexistencia de lo continuo; es prematuro hacer pronunciamientos en torno a un asunto así; y, sea como fuere, lo que es seguro es que hemos de buscar formulaciones precavidas de nuestro principio de continuidad (las fórmulas matemáticas o muy precisas comportan mayor riesgo de entrar en conflicto con teorías científicas que pueden estar en circulación en un momento dado).


Espero haber mostrado que hay al menos una vía (no forzosamente la única) para no caer en el nihilismo evocado en el apartado §1, manteniendo la adhesión a los paradigmas principales de la tradición analítica.


Bibliografía








[NOTA 1]

Que, para simplificar, podemos hacer arrancar del filósofo alemán Gottlob Frege.


[NOTA 2]

Como cualquier movimiento o corriente del pensamiento humano, la filosofía analítica es un cúmulo difuso. Curiosamente en los círculos extraanalíticos suele reducirse la filosofía analítica a figuras señeras como Wittgenstein y Russell. Otros se atienen a referencias como Carnap, Quine, acaso Austin y Strawson o la pragmática del lenguaje de Searle o Grice; últimamente se ha popularizado más la filosofía de la mente. La filosofía analítica abarca todo eso, pero abarca muchísimo más. En el último tercio del siglo XX ha incluido cada vez más desarrollos de metafísica y ontología, teología filosófica, teoría del conocimiento, historia de la filosofía, filosofía de la lógica, ética, filosofía del derecho, filosofía política.

Desgraciadamente en el mundo académico español la imposición artificial de las llamadas `áreas de conocimiento' ha inclinado a confundir las diferencias de campo o temática con las de método; y así la filosofía analítica ha tendido a ubicarse sólo en los campos de lógica, filosofía del lenguaje y filosofía de la ciencia. Mas en esos campos hay líneas de pensamiento no analíticas (Heidegger y Derrida son filósofos no analíticos del lenguaje), al paso que hay genuina filosofía analítica en estudios sobre la omnipotencia divina, los universales, la realidad del tiempo y la existencia de mundos posibles alternativos a aquel en que vivimos. Es en parte arbitraria cualquier selección de nombres, mas podemos aquí citar (a título de ejemplo) los de David Lewis, Alan Gewirth, Nicholas Rescher, Richard Sylvan, Philip Pettit, Timothy Williamson, Donald Davidson, Hilary Putnam, H.L.A. Hart, G.H. Von Wright, Alvin Plantinga, Héctor N. Castañeda. Eso sí, lo más destacado en filosofía analítica suele pertenecer al mundo anglosajón.


[NOTA 3]

Simultáneamente --y en un abuso de la etimología-- se tendía a mirar la filosofía analítica como una filosofía del análisis (como opuesto a la síntesis), o sea: un desmenuzamiento prolijo y detallístico, extraviada en el pormenor y, al cabo, en la bagatela.


[NOTA 4]

Hartmann, sin embargo, desconfiaba de la orientación sistematizadora.


[NOTA 5]

Dentro del hoy (académicamente) residual materialismo marxista, parecen agostadas y en declive las --en su momento-- prometedoras líneas analíticas, al paso que, en algunos círculos, hace furor el posmodernismo neo-marxoide.


[NOTA 6]

Ese nihilismo lo ha señalado Hao Wang en [W1].


[NOTA 7]

V. [P12] y [P14].


[NOTA 8]

A pesar de las objeciones de Quine contra la tesis de la relatividad de la identidad.


[NOTA 9]

Y junto al supuesto de que no hay verdad más que lingüística.


[NOTA 10]

Feyerabend no hace más que llevar a sus últimas consecuencias un relativismo que venía gestándose en la filosofía de la ciencia de la segunda mitad del siglo XX (Kuhn, Lakatos, etc). Para toda esa corriente, la imagen de la ciencia en la filosofía neopositivista había sido demasiado de color de rosa; se habían omitido los factores de moda, preferencia subjetiva, dificultad de intercomunicación entre las teorías científicas, el ensimismamiento de cada una en su propio mundo y lo relativamente a ciegas que, por consiguiente, ha de ser el abrazar una u otra. V. [P11].


[NOTA 11]

V. mi art. «Los confines del saber científico», ap. Calculemos: matemáticas y libertad, ed. por J. Echeverría, J. de Lorenzo & L. Peña, Madrid: Trotta, 1996, pp. 343-362.


[NOTA 12]

Richard Rorty, [R1]; ideas ya en parte apuntadas en [R2].


[NOTA 13]

V. también: Herbert Hochberg, [Ho].


[NOTA 14]

Para algunos extraanalíticos el analítico es el que está diciendo todo el rato `si y sólo si'.


[NOTA 15]

Que la revolución ha de ser moderada --y hasta que llamarla `revolución' conlleva un cierto abuso lingüístico-- es coherente con todo el planteamiento gradualista y continuista de la propuesta filosófica aquí bosquejada. V. el tercer párrafo, comenzando por abajo, del apartado §3 de este ensayo.


[NOTA 16]

P.ej. argumentos transcendentales --que, en lugar de probar la verdad de lo que se quiere concluir, demuestran que quien sostenga lo opuesto se ve conducido a algún género de incongruencia.


[NOTA 17]

V. [P13].


[NOTA 18]

Suele representarse una regla de inferencia como un cúmulo de dúos, abarcando cada dúo a un cúmulo de enunciados --las premisas-- y a un enunciado --la conclusión--. Puede haber cúmulos difusos de tales dúos; conque uno de tales dúos será más válido o correcto que otro, e.d. merecerá más que el otro la calificación de `deducción'.


[NOTA 19]

Podemos meterlas en el cajón de sastre de las inductivas, si bien puede concebirse que hay otro tipo de inferencias válidas, irreducible tanto a la deducción cuanto a la inducción, a saber: la abducción; v. más abajo, n.42. Con todo sería verosímil entender que la abducción es un caso particular de inducción.


[NOTA 20]

Una prueba puede tener más fuerza demostrativa que otra --por ser una aplicación de una regla de inferencia de mayor poder probatorio-- aun siendo menos evidente, ya porque la regla que aplica resulte menos obvia, ya porque la aplicación misma encierre mayor oscuridad.


[NOTA 21]

Entre los nihilismos o negativismos podemos también incluir las ideas epistemológicas tan en boga, como las de Bas C. van Fraassen (en [F4]). Hay conexiones entre la tesis de van Fraassen de que las teorías científicas no pretenden reflejar la realidad --sino meramente describir cosas o estados ideales-- y otras variantes del antirrealismo en la filosofía analítica reciente, como el neokantismo de H. Putnam o el relativismo que viene de Kuhn. El rechazo implícito de la gradualidad juega un gran papel en varios de esos argumentos. No se ve que la teoría de los movimientos sin fricción describe los movimientos del mundo real en tanto en cuanto carezcan de fricción; hay más y menos fricción


[NOTA 22]

V. [P15] Cf. un artículo de Quentin Smith que parece coincidir en parte con las ideas que he defendido en ése y otros trabajos: [ww3].


[NOTA 23]

V. [P17].


[NOTA 24]

V. [P18].


[NOTA 25]

Peter Unger, [U2] y también [U1].


[NOTA 26]

V. más abajo, el párrafo 22 del punto 4 del apartado §3 (o sea el que viene encabezado con el literal `c)' y que finaliza con la nota 34).


[NOTA 27]

Al decir que, cæteris paribus, el cúmulo tiene tanta más entidad cuanto mayor sea su función acumulativa no quiero con eso decir que sea cuantas más cosas abarque, sino cuanto más las abarque; la intensidad de la función acumulativa depende, en parte al menos, de la homogeneidad de las cosas abarcadas.


[NOTA 28]

V. [P10]. V. también de Peter Aczel [Ac].


[NOTA 29]

En realidad hoy hay una gama de filósofos de la matemática que han hecho interesantes propuestas para sacar a los conjuntos del estatuto ontológico abstracto al que se los había querido confinar, reconociéndoles una inserción en el espacio y el tiempo y una capacidad de acción causal; v. p.ej. el platonismo fisicalista de Penelope Maddy, en [Ma]. Mas en el marco de los tratamientos clásico y estándar surgen serias dificultades, p.ej. en torno al conjunto vacío o a átomos conjuntísticos. Una crítica a Maddy puede verse en: Michael Kremer, [Kr].


[NOTA 30]

Ley de Clavius, muy usada en razonamiento matemático: cuando de una hipótesis se sigue su negación, la hipótesis es falsa.


[NOTA 31]

V. [P02].


[NOTA 32]

V. [P01].


[NOTA 33]

Tomo aquí la expresión de `complemento de un cúmulo' en un sentido fuerte, y por eso lo defino con la negción dura, `no...en absoluto'. Mas --de aceptarse el tratamiento de las lógicas fuzzy, incluyendo entre ellas la lógica gradualista o cumulativista-- también hay complementos débiles, definidos con negación blanda y, por consiguiente, tales que un objeto puede (en una u otra medida) pertenecer, simultáneamente, a un cúmulo y a su complemento.


[NOTA 34]

V. más arriba, el párrafo 29 del apartado §2, a propósito de esa inefabilidad a que nos conducen las lógicas difusas no paraconsistentes.


[NOTA 35]

Y el de Clavius considerado en una nota precedente.


[NOTA 36]

Accesoriamente de estados mentales como recuerdos, expectativas, deseos, temores etc. V. mi recensión de Douglas Walton, [P05].


[NOTA 37]

Ya sean científicas, ya sean de un nivel de rigor menor que el científico, mas no por ello desdeñables.


[NOTA 38]

V. [P08]. Hay que prestar atención a la prosodia, que se presta peor a las idealizaciones discretistas. Es difusa la frontera entre lo que cuenta y lo que no cuenta como pronunciación de una secuencia de fonemas de un idioma natural cualquiera. Puede darse un proceso de degradación continua que pase de la pronunciación correcta a la crecientemente defectuosa, de ésta a la desfigurada por acento extranjero u otros factores de interferencia, hasta desembocar en lo que ya no se reconocería como una prolación del idioma en cuestión.


[NOTA 39]

La lingüística generativa puso en circulación el mito del native speaker que discrimina perfectamente lo que es y lo que no es una frase morfológica y sintácticamente correcta del idioma. Habría un criterio objetivo claro para seleccionar a esos hablantes nativos que le servirían al lingüista como informantes autorizados para constituir su corpus. Esa cándida leyenda parroquial la pulveriza la proliferación de casos de multilingüismo, multiplicidad de usos cambiantes, dialectos territoriales y sociales que se combinan y entremezclan de mil modos, fenómenos de hibridación e injerto y variantes desviativas inestables.


[NOTA 40]

V. [P06].


[NOTA 41]

V. mi reseña de Geoffrey Sampson: [P09].


[NOTA 42]

Tomo la palabra `abducción' en el sentido de Peirce. (Cf. más arriba, n.19.) La abducción es aquel razonamiento que nos lleva, de la comprobación de la apódosis, a presumir la verdad de la prótasis; a simple vista sería un simple caso de falacia condicional o «modus morons» (de «q si p» y «q» inferir «p»). Igual que, así sin más, se trata de un sofisma vulgar, es, en cambio, un modo de razonar válido en ciertas circunstancias, y que nos permite optar por buenas explicaciones de los fenómenos que constatemos. V. Uwe Wirth, [W4].


[NOTA 43]

Aunque de éstas tampoco hay tantas como se pudiera creer a primera vista.


[NOTA 44]

Por este camino, en lugar de reducir la gradualidad a nociones subjetivas como la probabilidad [subjetiva], hacemos lo inverso, tratando de reducir nociones de esa familia a una graduación de la seguridad y de la confiabilidad obtenida por unos u otros métodos epistémicos.


[NOTA 45]

Habrá de juzgarse la verosimilitud de la propuesta aquí presentada por su capacidad para generar --en la medida en que venga conocida-- soluciones interesantes a un abanico de problemas del conocimiento humano de la realidad. Esta propuesta no se recomienda exclusivamente por la fuerza probatoria de los argumentos puramente filosóficos aducidos a su favor, ni ha de descartarse, por consiguiente, sin tomar en consideración esa posible fecundidad epistemológica --la cual no puede ni alegremente darse por supuesta ni presumirse inviable sin razones de peso.


[NOTA 46]

Otros filósofos analíticos también han ofrecido soluciones afines a nuestro pluralismo axiológico. V. p.ej.: Michael Stocker, [S2]; y Bernard Williams, [W3].


[NOTA 47]

La clasificación siempre es dudosa, porque ninguna teoría es fácilmente encasillable.


[NOTA 48]

No incurrimos, pues, en la falacia del cuantificador, cuya huella siguió Peter Geach en la historia de la filosofía: concluir de que todo ente es, con respecto a algún ente, así o asá, que hay un ente con respecto al cual todo ente es así o asá. V. «History of a Fallacy», en P.T. Geach, [Ge], pp. 1-13. Nótese que, si bien no trato de derivar todos los valores de un único valor supremo, no por ello tengo que negar que pueda haber un valor supremo; aunque lo hubiera, no eliminaría ni anularía a los demás, ni éstos se derivarían de él. Puede haberlo y puede no haberlo. P.ej. no es irrazonable pensar que la seguridad jurídica y la justicia son valores parcialmente contrarios ninguno de los cuales tiene absoluta preeminencia sobre el otro. En el ámbito jurídico hay varios aspirantes a la supremacía: el bien común, el de los particulares, la seguridad, el bienestar, la vida, la convivencia, la igualdad, la justicia, la paz, la prosperidad, la cultura, la hermandad, la solidaridad, y hasta, para ciertos autores, la tradición, la privacidad, la dignidad, la pluralidad. Explorar esos temas cae fuera de los límites de este ensayo.


[NOTA 49]

Unos valores son más vinculantes que otros, al menos en algunos aspectos.


[NOTA 50]

No es lo mismo --aunque en muchos casos sí tenga que ver-- el que la acción A sea más real que la acción B que el que caiga más bajo tal o cual caracterización dada; puede tener menos existencia aun siendo más caracterizable de ese modo. El grado de realidad o de existencia de un hecho nos viene dado por su intensidad, su duración, su extensión y su impacto causal, mientras que esas cuatro variaciones no determinan forzosamente ni siempre el grado en que el hecho sea verídicamente caracterizable de tal o cual modo (p.ej. como aborto, exhortación --o incitación-- a cierto acto, amenaza, falseamiento, conducción temeraria, descuido, etc). Tampoco el grado de vigencia de un precepto legal es lo mismo que el grado en que tal precepto imponga una u otra obligación; lo cual no quita que sea defendible la idea de que el ordenamiento jurídico, como un todo, impone más, cæteris paribus, aquellas obligaciones que vengan establecidas por preceptos con mayor grado de validez (p.ej. que hayan caído menos en desuso o desuetud, o que hayan recibido más refrendo popular). Un mismo precepto o texto legal puede imponer más unas obligaciones que otras, p.ej. sancionando más duramente su incumplimiento. Señal de que una obligación es menos obligatoria que otra es que, en caso de conflicto o contradicción deóntica, la segunda prevalece sobre la primera (sin por ello anularla).


[NOTA 51]

En teoría del conocimiento y en metafísica, en filosofía de la naturaleza, en filosofía de la mente etc.


[NOTA 52]

Cabe denominar `sincretismo' una mezcla o fusión de tradiciones o escuelas de pensamiento, para formar una unidad que, sin embargo, no elimina del todo la heterogeneidad de los elementos congregados. Por su propia índole el sincretismo siempre tiene algo de precario y provisional. Una síntesis perfecta, una fusión plenamente lograda, ya no sería sincretismo. Al sincretismo --y a su primo hermano, el eclecticismo-- se le han reprochado dos cosas: (1) su inestabilidad; (2) que no puede adoptarse una regla de sincretismo porque la misma no nos diría qué haya de escogerse y qué haya de desecharse en las escuelas que se quieran combinar. Ambos reparos tienen fundamento. Pero resulta inverosímil que grandes escuelas de pensamiento hayan estado tan erradas que no haya en ellas nada aprovechable; y la inestabilidad es mejor que une estabilidad ciega, dogmática, unilateral o estéril.


[NOTA 53]

Aunque las teorías saltuarias actuales ya no se proclamen catastrofistas --como la de Georges Dagobert, Barón de Cuvier (1769-1832)--, en lo esencial es ése su modelo. El lanzamiento del neo-catastrofismo lo marcó el ensayo de N. Eldredge y S.J. Gould, [EG]. Se lo ha llamado `puntualismo'. El renombre de Gould ha catapultado ese antigradualismo al rango de cuasi-ortodoxia, aunque, paradójicamente, coexiste (en equilibrio no puntuado) con lo que sus adeptos ven como «el prejuicio darwiniano». El puntualismo sostiene que la historia de las especies está constituida por larguísimas épocas de estabilidad abruptamente interrumpidas por períodos, cortos y esporádicos, de súbita extinción y aparición de especies. Los puntualistas suelen argumentar como si el gradualismo estuviera comprometido a sostener que el ritmo de la evolución es lineal y uniforme, no sufriendo aceleraciones ni desaceleraciones. V. al respecto: Russell K. Standish, Ecolab documentation, disponible en [ww8]. V. infra, n.67.


[NOTA 54]

P.ej. uno únicamente con seres vivos unicelulares y, un segundo después, otro con vertebrados.


[NOTA 55]

Desde la óptica mutacionista, en lugar de un transformarse, habría que decir: ceder el lugar o dar paso.


[NOTA 56]

Esto suscita un interrogante. Suponiendo que, según lo sostengo, nuestro mundo sea continuista, y no saltuario, ¿no es, sin embargo, sólo contingentemente verdadero el continuismo? ¿Hay mundos posibles saltuarios? Me inclino a pensar que sí, pero con un grado menor de posibilidad; en todo caso, no con posibilidad concreta, no como alternativas ontológicamente relevantes a nuestro mundo. V. [P07].


[NOTA 57]

Defínese matemáticamente la continuidad de una función como sigue: si la función f(x) está definida para un dominio abierto que contenga b, f es continua en b si (y sólo si), para cualquier c>0, existe un número d tal que, para cualquier z cuya diferencia con respecto a b sea menor que d, se tendrá que la diferencia entre f(z) y f(b) será menor que c. (v. Andrés Warusfel, [W2], p. 89). Equivalentemente, la función f es continua en b si, para una serie cualquiera de argumentos que converjan hacia b, converge hacia f(b) la serie de los valores que hace corresponder a sendos argumentos la función f; o sea f(x) tiende hacia f(b) cuando x tiende hacia b. La representación gráfica de las funciones por medio de curvas nos permite definir la discontinuidad por la interrupción: si en una curva hay una interrupción (un corte o un salto), entonces el límite de la función al aproximarse al punto de interrupción desde un lado no es igual que desde el otro lado. Una de las sorpresas del cálculo infinitesimal fue la existencia (probada por Weirstrass en 1861) de funciones continuas que no son derivables en ningún punto de su dominio; o sea tales que no está determinado el límite del incremento de la función con razón al incremento del argumento al tender éste a 0. V. [ww4].


[NOTA 58]

P.ej. la que proyecta los enteros nones sobre 0 y todos los demás números sobre 1.


[NOTA 59]

V. mi art., co-autorado con Txetxu Ausín, [P03].


[NOTA 60]

La enunció --en términos de claridad y rigor admirables-- un no-filósofo, el famoso polígrafo Samuel Johnson, en una reseña publicada en 1757. V. Arthur O. Lovejoy, [Lo], pp. 253-4. Sobre la fascinante y controvertida personalidad de Samuel Johnson v. [ww1] y [ww2].


[NOTA 61]

Así lo que en otro tiempo se veía como una muerte repentina o instantánea hoy sabemos que es descomponible en fases que se suceden rápidamente.


[NOTA 62]

Sin duda un milagro que se opere paulatinamente dejaría de ser milagro.


[NOTA 63]

V. más arriba, tercer párrafo del apartado §2 y nota 15.


[NOTA 64]

El material humano, el material ideológico, el material consistente en el tejido social, las prácticas establecidas, las costumbres, las instituciones.


[NOTA 65]

Justamente el reconocerlo así es uno de los elementos o aspectos de la gama de propuestas que, en filosofía del derecho, reciben la denominación global de `doctrina de la naturaleza de las cosas': Las normas y los planes han de adaptarse a las realidades, incluso para transformarlas; y entre esas realidades está el propio entramado de relaciones jurídicas preexistentes.


[NOTA 66]

Simétricamente, tampoco el deterioro máximo es el único temible. Todos nos precavemos contra quebrantos no-máximos; no ya porque cada uno de ellos puede ser bastante malo en sí, sino por una regla de [evitación de] la pendiente resbaladiza. No se trata de marcar un límite arbitrario al monto de menoscabo que nos sea indiferente --porque racionalmente ninguno puede serlo del todo--, sino de acompasar, proporcionalmente, nuestros esfuerzos para prevenir el empeoramiento a la gravedad del mismo; al ir ésta creciendo, va aumentando el peligro para la preservación del bien en el que estemos interesados. La ruina, los estragos y las involuciones también suelen venir poco a poco, por procesos de erosión, decadencia, desgaste, o degradación paulatina.


[NOTA 67]

No por rechazar la viabilidad de rupturas está el gradualismo comprometido a sostener una teoría de ritmo uniforme ni de evolución lineal (v. supra, n.53), ni a prejuzgar qué haya de ser, en cualquier proceso de transformación dado, lo que vaya a permanecer estable. El lecho de un río está quieto durante el flujo normal de las aguas, pero también a veces se producen corrimientos de cauce, rápidos mas no instantáneos. De nuevo hay que evitar la falacia del cuantificador: de que en cada alteración de la historia sea mucho más lo que permanece estable que lo que se modifica no se sigue que se dé algo históricamente inmutable; ni, por lo tanto, que cualesquiera cambios que uno desee hayan de efectuarse en el marco de determinadas instituciones actualmente existentes.


[NOTA 68]

V. [P07].


[NOTA 69]

O, de suceder, ocurrirían sólo saltos; p.ej. una molécula de 0,72p pasaría de golpe a ser de 0,001p, o cualesquiera otros cambios así.


[NOTA 70]

Para Kuhn la ciencia consiste en una serie de interludios pacíficos puntuados por revoluciones intelectualmente violentas, en las que una visión del mundo viene reemplazada por otra. V. el libro citado en la nota siguiente. Cf. también [ww5], [ww6], [ww7].


[NOTA 71]

El opus magnum de Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, se publicó en 1962 diez años antes del ensayo de Eldredge y Gould. (V. [Ku].) Sin duda eso no es casual.


[NOTA 72]

Lo que no quita que ésta sea acumulativa y gradual.


[NOTA 73]

Atendiendo a esta faceta, podría llamarse al cumulativismo `multiplicativismo'.


[NOTA 74]

No ha sido casual la elección de las palabras `cúmulo' y `cumulativo'. Son deliberadas las connotaciones lexicográficas. Consúltense los diccionarios y se observarán referencias a las nociones de montón, abundancia, muchedumbre, masa. El verbo `acumular' remite a: adquirir, almacenar, atesorar, apilar. Se pueden acumular riquezas, honores o títulos, mas también inventos, avances (o retrocesos), méritos (o deméritos), motivos, atenuantes (o agravantes), etc. Por eso la idea de cúmulo remite al contexto y al transfondo. Cf. supra, 4º párrafo comenzando por abajo del punto 3º del apartado §3.


[NOTA 75]

Esta visión de la tarea filosófica rehúye tanto degradar a la filosofía al rango de ancilla scientiarum (ver al filosofar como un mero epilogar) cuanto exaltarla aislándola. La investigación filosófica tiene su propia sustancia, pero no está divorciada de las demás actividades de la reflexión teorética y de la cultura humanas, ni siquiera de la praxis.


[NOTA 76]

Hay todavía demasiados problemas, incluso lógicos, acerca de la física cuántica hoy en boga: múltiples paradojas no resueltas; sistemas de lógica cuántica que dejan muchos problemas sin solución; la contradicción entre lo corpuscular y lo ondulatorio; la hipótesis del multi-mundo --que podría extenderse y radicalizarse, arruinando tal vez la visión discontinuista; la cuestión de si el vacío es totalmente vacío. Parece que también en ese campo el continuismo tiene todavía mucho que decir.


[NOTA 77]

Discretas en algunos aspectos, no en todos.









El trabajo de investigación conducente a este ensayo ha recibido el sostén financiero del programa BUJ2001-1042 (2002-2004) del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Es muchísimo lo que debe la versión final de este ensayo a los detallados comentarios a sucesivos borradores del mismo que me ha hecho Marcelo Vásconez.