INTELLECTUAL SUPPRESSION: AUSTRALIAN CASE HISTORIES, ANALYSIS AND RESPONSES,
ed. por Brian Martin, C.M. Ann Baker, Clyde Manwell y Cedric Pugh. North Ryde, NSW (Australia): Angus & Robertson Publishers, 1986. Pp. 304.(1)

En Australia, lo mismo que en otras democracias occidentales modernas, no se pone en tela de juicio la libertad de palabra y de indagación. Mas ¿existen tales libertades simplemente porque en ellas creamos? Este libro documenta casos de sofocamiento intelectual acaecidos dentro de la comunidad académica y científica australiana. Sofocamiento que puede comportar desde el bloqueo de fondos y la denegación de ascenso o de publicación, hasta el hostigamiento abierto, o un socavamiento solapado de reputación, o, en su forma más extrema, el despido.

Con esas palabras, estampadas en la contracubierta, el libro que voy a reseñar expone, como a título de programa, la intención de denunciar, por debajo de las apariencias, hechos que configuran una parte de la realidad de la vida intelectual en lo que diversos autores de colaboraciones publicadas en esa antología llaman «the so-called free world». (En español la denominación de `mundo-libre' suena aún más irónica, cuando recordamos que fue una de las divisas de la propaganda anticomunista de F. Franco Bahamonde o de R.L. Trujillo Molina, p.ej.)

En su Introducción (p.3) distinguen los compiladores entre repression y suppression --término éste último que sugiero traducir como `sofocamiento'. La represión encierra violencia física; ambas difieren de la opresión que es institucionalizada falta de justicia o libertad; la opresión, eso sí, a menudo se impone por la represión y el sofocamiento. Céntrase la antología en el sofocamiento de la disidencia intelectual: en represalias no violentas contra la expresión de determinadas opiniones, por ser éstas contrarias a los pareceres o valoraciones de grupos de presión, o de sectores del establishment, o élites, con fuerza suficiente para imponer tales medidas. En las sociedades democráticas modernas --dícennos los compiladores-- el modo más expedito que tienen las élites dirigentes para mantener sus posiciones de poder es moldear las creencias del público, a través del control de los medios de información, haciendo que parezca razonable, beneficiosa e inevitable la distribución y el uso existentes de las posiciones de poder. Si todo el mundo diera su aquiescencia, no seria menester sofocar ninguna opinión; pero porque a veces algunas personas disienten, acúdese al sofocamiento. Los compiladores se abstienen de emitir un juicio sobre cuán a menudo se empleen esos recursos, pero recalcan que no se trata de abusos ocasionales, sino que, con el incremento de la burocracia también en las sociedades capitalistas, las tendencias al sofocamiento de la disidencia intelectual han ido incrementándose, aunque no siempre alcancen paroxismos como los de la era de McCarthy en EE.UU. Conque --concluye diciendo la Introducción-- baste decir que la amplitud y la malignidad de las prácticas de sofocamiento exceden a ciencia cierta cuanto pueda decirse --especialmente (alegan) a causa de las leyes vigentes contra la difamación, que también son instrumentos del sofocamiento.

No se vaya a pensar que los compiladores son hostiles al régimen establecido; antes bien, atacan en su introducción más duramente a los regímenes comunistas que a las democracias occidentales, ya que parecen dar por sentado --y así lo insinúan (p.3)-- que en un régimen autoritario tienen que darse todas las formas de sofocamiento que se dan en una democracia, y quizá otras más, sólo que mucho más agudizadas: mas cabe notar que no sólo nunca viene justificado tal aserto sino que parece verosímil que en una economía que no sea de mercado --y en la cual, por ende, no estén en vigencia principios como la «verdad de precios» y la rentabilidad-- no exista al menos el género de motivos (salvaguardar ganancias) que en las sociedades mercantiles --capitalistas o no-- dan lugar a las prácticas de sofocamiento aludidas en la rúbrica (2) más bajo. Otro elemento a tener en cuenta acerca de la postura de los compiladores lo constituye el hecho de que, en la selección de casos de sofocamiento que brindan, no salen bien paradas las pocas élites desafectas a Occidente que puedan existir en el medio académico australiano. Hubieran sido de agradecer datos más abundantes, o --mejor-- mas sistemáticos, que permitieran balances sobre frecuencia relativa de prácticas así en unos u otros sectores, diferenciados por parámetros como las actitudes políticas, los supuestos «ideológicos», los ámbitos o campos de especialización y otros de edad, geográficos, etc.

Mas, naturalmente, eso requeriría no solo poseer una información que resulta casi imposible procurarse, sino además estar autorizado a publicarla.

Sea de dio lo que fuere, es el caso que el libro presenta un montón de evidencia impresionante sobre prácticas de sofocamiento; principalmente en Australia, pero algunos datos versan sobre hechos sucedidos en otras democracias de habla inglesa. La mayor parte de los casos relatados han ocurrido en instituciones académicas de alto rango, principalmente en Universidades. (A las autoridades respectivas han brindado siempre los compiladores del libro la posibilidad de replicar, posibilidad de la cual han hecho uso (sólo) algunas veces; con lo cual el libro resulta doblemente informativo y mucho más imparcial.) Las opiniones por cuya emisión han sido represaliados sendos opinantes son pareceres opuestos a los de los sectores reinantes, particularmente en estos puntos: 1) enfoques doctrinales que se aparten de los paradigmas, de las ortodoxias establecidas --si bien ese capítulo general es el menos documentado, salvo en algunos detalles, y con una excepción mayor,. que es el sofocamiento de planteamientos «no-oficiales» en la enseñanza de la economía política en la Universidad de Sydney; 2) resultados investigativos,o divulgación de los mismos, que desdicen los interesados asertos de grandes empresas industriales (esta parte es la más abultadamente presente en el libro, y aquella en que más clara resulta la evidencia aportada: trátase, en general, de planteamientos ambientalistas, en sentido lato; por otro lado, sin embargo, es de lamentar que no se aluda en el libro a una práctica que, aunque no sea de sofocamiento en sentido estricto, si coadyuva a acogotar la expresión de pareceres científicos novedosos: la supeditación de la publicación a conveniencias pragmáticas como la rentabilidad o lucratividad («vendibilidad»)); 3) críticas a la gestión de las autoridades académicas --sea a determinadas políticas de promoción sea a otros componentes de su labor administrativa; 4) opiniones políticas divergentes de las de las autoridades académicas. (Otra cuestión es cuán independientes sean unas de otras esas diversas presiones. En uno de los trabajos insertados en la antología (el de Brian Martin titulado «Elites and Suppression», pp. 185-99) se analizan (pp. 186-7) mecanismos, o filtros, que operan antes del sofocamiento --o sea de tipo preventivo-- sean intencionadamente implantados o no, que coadyuvan a evitar que se produzcan expresiones de opiniones que, de tener lugar, podrían venir sofocadas. En tal sentido, cabe destacar que de los principales casos reseñados en la rúbrica (1) cabe sospechar que resulten de la existencia de mecanismos asi en la relación entre la Universidad y los medios empresariales; un factor, pues, íntimamente vinculado a (2). Y quizá algo parecido suceda con las otras dos rúbricas.)

Aunque la antología reseñada aspira a constituir algo más que un mero atestado, y ofrece algunos análisis, falta no obstante en ella un planteamiento teorético general sobre las raíces y los mecanismos del sofocamiento intelectual. El reseñante permítese al respecto remitir a su propio trabajo inédito «La censura del establishment en la sociedad capitalista!», ponencia presentada a la II Jornada de Política Cultural, Madrid, 21 de noviembre de 1987. Visto desde la perspectiva del encomiable acopio de datos que constituye este libro, y del pormenorizado examen que en él se presenta de algunos de los mecanismos involucrados, aparece el citado trabajo inédito como la formulación de una hipótesis explicativa, que espero merezca la pena comparar con otras, si es que existen, para asi calibrar su fecundidad, simplicidad y claridad. Además en ese lugar se ponen de relieve varías facetas características de ciertos países en las que conviene meditar --comparativamente con las propias de otro en el que nunca ha existido régimen dictatorial alguno-- para percatarse de cuán hondas raíces han de tener hechos de sofocamiento intelectual allí' donde ni siquiera una práctica mínima de libertad ha tenido todavía tiempo para afianzarse y donde las élites que hay o bien son las mismas que han sido durante decenios beneficiarias de un poder totalitario o, cuando no, han salido por cooptación de ésas otras. (Que las comparaciones son odiosas ha sido el lema de oscurantistas, empeñados en que no se conozca --pues todo saber es de algún modo --al menos implícitamente-- comparativo; oscurantistas que, sin embargo, nunca se han privado de operar selectivamente unas cuantas comparaciones aisladas.) El mero hecho de que en Australia aparezca publicado el libro reseñado es ya un indicio de que allá no llega el sofocamiento intelectual a tanto como en otros parajes.

Para concluir esta reseña, voy a hacer algunos comentarios sobre el último trabajo contenido en la antología, a saber: «Evaluation and Performance in Academic and Scientific Institutions», de Clyde Manwell y Ann Baker. Que se perpetren reiteradas injusticias en la selección de candidatos a puestos académicos o a becas hasta en un país como Australia --donde no tienen vigencia sistematizada ni los mecanismos de lo que se ha dado en llamar con el eufemismo de `endogamia', ni las opiniones institucionalizadas que le sirven de coartada-- es prueba de cuán difícil de extirpar es el mal de las injusticias académicas. Pero hay grados. A través de ese trabajo y de los otros que forman la antología va calando en uno la convicción de que, aunque infringido gravemente en casos excepcionales y mediana o levemente en muchos casos, hay en aquel país un espíritu de respeto al mérito científico. Sólo en contadísimas ocasiones se invocan a favor de una promoción o en contra de ella factores como los de personalidad, adecuada o inadecuada, o, peor todavía, «los intereses de la institución» académica (después de todo parece sensato opinar que, sí a una institución le interesa algo en desmedro de la justicia y con postergación del mayor mérito intelectual, entonces esa institución no interesa a la vida científica y académica). Los finos análisis del trabajo de Manwell y Baker me parecen muy interesantes y estimulantes para otras reflexiones en dirección similar. Pero no puedo apoyar todo lo que dicen sobre criterios de selección. Sobre todo porque subestiman enormemente el factor de disidencia doctrinal y de novedad de planteamiento. (No es que no hablen de él: lo hacen en un par de lugares, citando al respecto la concepción de Kuhn sobre el cambio de paradigmas y las time-dependent fashions in science. Pero en apartados donde ese factor puede ser decisivo, omiten el tomarlo en debida consideración.) Supongo que eso tiene bastante que ver con el hecho de que ambos trabajan en bioquímica y campos afines, donde ese factor es considerablemente menos existente que en humanidades, p.ej. Me parecen excelentes varias de sus recomendaciones, como el fin de todo secretismo y la explicitación de todas las normas o criterios, así' como el no incluir nunca el trabajo administrativo como mérito académico y el --contrariamente a la práctica de amalgama que toma a unos y otros indistintamente, en tropel, como méritos-cotejar los «inductos» (las oportunidades brindadas al candidato, becas de que ha disfrutado, medios puestos a su disposición de cualquier índole) con los «eductos» juzgando éstos ante todo por la calidad, y no por criterios extrínsecos. Precisamente mis discrepancias con esos dos autores estriban en que a mí entender ellos no llevan suficientemente a sus consecuencias ese relegamiento de criterios extrínsecos (que tienen que ver muchas veces con el grado de conformismo que el candidato haya mostrado hacía los paradigmas oficiales establecidos en su disciplina, viniendo penalizados así quienes hayan abierto nuevas vías, no siempre contemporánea mente aceptadas por la comunidad científica, aunque a la postre no pocas veces acabarán siendo altamente apreciadas).

Trátase en suma de un libro sumamente valioso y excelentemente presentado, cuya lectura recomiendo con el mayor calor. Buena cosa será cuando en el mundo de habla hispana se hagan libros así. Eso sí constituirá de veras una positiva contribución a la libertad académica y general.

Lorenzo Peña

(Instituto de Filosofía del CSIC)







1. Reseña publicada en la revista ARBOR, Nº 521, mayo de 1987.


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