Enrique Romerales en «Omnipotencia y coherencia» (Revista de Filosofía (Universidad Complutense, Madrid), Vol. VI, 1993, pp. 351-77)
Lorenzo Peña ha propuesto una definición alternativa [de `omnipotencia'], alegando que todas las anteriores definiciones (y las que posteriormente veremos) en términos de "capacidad efectiva de hacer" son incoherentes, pues conducen a que para Dios sólo es posible hacer lo que de hecho hace, con lo que en Dios todas las modalidades se identificarían. [nota 1]

Él propone que "x es omnipotente" equivale a afirmar "es verdad que p, al menos en la medida en que x quiere (=decide) que p" (Peña aclara que por `al menos en la medida en que' ha de entenderse una equivalencia estricta). Un contraejemplo inmediato a todo esquema del tipo "si y sólo si x quiere p, es verdad que p" (donde `p' está por cualquier proposición o estado de cosas) es que, seguramente, Dios quiere que todas mis acciones libres de hoy sean buenas; desgraciadamente, acabo de insultar a mi esposa, con lo que la voluntad de Dios no ha bastado para producir el efecto deseado. Ante esto Peña alega que `quiere' tiene el sentido "no de que le agrade (a Dios), sino de que decida que ese algo exista. O sea: "x es omnipotente" significa que si, x decide que exista p, entonces existe p. Presumiblemente, `p' debe representar estados de cosas (pues no tiene sentido decir que existe una proposición). Pero entonces, no se ve ninguna diferencia relevante entre definir la omnipotencia así o definirla en términos de actualizar estados de cosas. Por otro lado, los ejemplos muestran que Peña sigue utilizando `quiere' en su sentido habitual. Entonces surge enseguida otra objeción. Sea D=Dios y Q=quiere:
1) DQ p ↔ P (def. de Peña)
2) p ∨ ~P
3) p → DQ p (simplificación 1)
4) ~p → DQ ~p(modus tollens 1)
5) DQ p ∨ DQ ~p
(conclusión que se sigue de 2-4 por la regla de eliminación de la disyunción). 5 afirma la no indiferencia volitiva de Dios: que para todo p, o Dios quiere p o Dios quiere no-p.

Peña acepta y defiende este principio. Sin embargo, es muy poco plausible, porque parece que, por ejemplo, a Dios le debe de ser indiferente que en este momento se desintegre o no un protón determinado de una piedra en la luna, o que yo me rasque o no la oreja izquierda. Que Dios nunca pueda ser indiferente parece presuponer que siempre hay una elección globalmente óptima --tesis moral muy dudosa--. Pero entonces, dado que por su naturaleza Dios sólo puede querer lo óptimo, la definición de Peña y su tesis del detenninismo volitivo entrañan que todo sucede necesariamente; si sucede todo y sólo lo que Dios quiere, Dios siempre quiere algo, y no puede querer otra cosa, entonces sólo puede suceder aquello que Dios necesariamente quiera en cada instante. Aunque Peña acepta que "nada es absolutamente contingente", el determinismo metafísico es una tesis más que discutible, y una definición de omnipotencia que lo implique será igualmente problemática. Pero hay una objeción más decisiva que recoge el propio Peña. Dada su definición, un ente al que le sea lógicamente imposible querer nada será necesariamente omnipotente (pe. una piedra).[nota 2] Curiosamente, a él le parece irrelevante tal corolario, argumentando que sólo es interesante la potencia de sujetos dotados de voluntad, más aún de sujetos que tengan un amplio abanico volitivo. Pero, primero, sin duda es inaceptable una definición de `omnipotencia' de la que se deduzca que agentes finitos con voluntad, como los seres humanos, son en ocasiones omnipotentes, y que los entes carentes de razón y voluntad son necesariamente omnipotentes. Y segundo, habría que especificar justamente en qué casos es interesante el concepto de omnipotencia y en cuáles no.






Peña defiende una versión fuerte de la lógica paraconsistente que no acepta el principio de no contradicción de forma universal. Afortunadamente, en su discusión de la omnipotencia asume por mor de la argumentación la lógica estándar bivalente.






como afirma L. Peña (La coincidencia...; p. 250) es verdad que, aunque la negación de estados de cosas contingentes acaecidos en el pasado (pe. "César no cruzó el Rubicón") es lógicamente posible, quizá no sea lógicamente posible actualizar en el futuro tales estados de cosas contrarios a los hechos. El problema es que al parecer nadie ha conseguido demostrar formalmente la inconsistencia de la noción de alterar el pasado.