Quine demostró que no era así. Aparte de cualesquiera otras críticas que se hayan dirigido o que quepa dirigir al verificacionismo --de los neopositivistas o de otros filósofos--, el análisis quineano del cuantificador existencial revela cómo cualquiera que profiera un aserto que empiece con la palabra `Hay' está menesteroso, para que sea verdadera la teoría que esté él proponiendo --y tal que el aserto en cuestión forme parte de ese su proponer dicha teoría--, de que en el mundo haya entes con la característica que se indique en el aserto. Siendo ello así, resulta que no cabe ya evadirse de las alternativas metafísicas, puesto que, por el principio de tercio excluso, para cada predicado «φ», o bien hay entes x tales que es verdad que φx, o bien no es verdad. Si la teoría de uno, en aras de satisfacer el postulado de economía, acarrea la consecuencia de que todo ente es una representación mental o un conjunto de representaciones, entonces conlleva la conclusión de que no hay entes que no sean así. Aunque en su alegato al respecto Quine no insistió más que en lo que cabría llamar el `compromiso existencial positivo' (comprometerse a que existan entes así o asá para que sea verdad la teoría de uno), está claramente implícita en su argumentación la sugerencia de que la negación de un enunciado existencial es tan poco neutral como la afirmación del mismo. Por consiguiente, una teoría que encierre la conclusión, al título que sea, de que todo es así o asá conlleva un compromiso tan metafísico como lo pueda ser el aserto de que hay entes que no son así o asá.
Carnap se dio cuenta perfectamente del peligro que ello hacía correr a todos los denodados esfuerzos de los neopositivistas, incluido él mismo, de proscribir la metafísica. De ser certero el argumento de Quine, la reconstrucción «lógica» del mundo que él había propuesto sería una teoría tan metafísica como la que más, con una metafísica idealista por más señas. Para apartar ese peligro contraatacó con su distingo entre cuestiones internas y cuestiones externas. Dentro de una teoría, de un marco conceptual, los asertos no universales sí tienen contenido empírico y son sobre el «mundo», comoquiera que se tome éste. Pero no así los asertos universales de la teoría, que son meras convenciones lingüísticas. Básase tal dicotomía en la dualidad entre los enunciados analíticos y los sintéticos, cuya refutación por Quine completa la obra quineana --en esa fase de su pensamiento filosófico-- de quebrantamiento desde dentro del ataque antimetafísico de los neopositivistas.