En lugar de tomar la racionalidad como lo definitorio, tómase aquí la culturalidad. Ni todo lo racional es cultural ni viceversa. Lo más característico del ser humano es el enorme cúmulo de su actividad, de su vida, individual y en común, que posee los rasgos de lo cultural.
El libro está muchísimo más destinado a explorar la culturalidad que la animalidad del ser humano. Se compromete implícitamente a la idea de que nuestra especie, más que un monopolio de la cultura, lo que tiene como peculiar es su grado de culturalidad, mucho más elevado que el de cualquier otra especie animal.
Para Carlos París este animal particular que es el hombre tiene, en su animalidad misma, rasgos cualitativos propios que lo separan del resto de los animales, rasgos biológicos que son los que fundan la culturalidad de nuestra especie. Carlos París engarza íntimamente ambos aspectos (culturalidad y animalidad), tratando de explicar la cultura desde sus raíces biológicas en dura crítica a lo que llama el «aislacionismo culturalista».
Carlos París ve en los descubrimientos de la primatología reciente una confirmación de que en la realidad hay continuidades y no hiatos, mas no parece dispuesto a llevar esa conclusión a sus últimas consecuencias, ni teóricas ni prácticas. No aborda el problema de si lo gradual de la diferencia entre humanos y no humanos ha de comportar por nuestra parte un tratamiento de nuestros parientes --al menos de los cercanos, como los monos-- que les reconozca derechos. Y es que nuestro autor insiste en que, a pesar de todo, hay un salto cualitativo en el paso de lo no humano a lo humano.